La Caza (II)
El auto desconocido se acercó aún más detrás de ella, su motor rugía con fuerza. Entonces, una figura oscura emergió de la nada, abriendo la puerta del vehículo que la había acorralado. Su mente no podía procesarlo: todo sucedió en un segundo.
En ese instante, Adara sintió una presencia se acercaba a ella más de lo que su cuerpo podía soportar. El hombre desconocido, alto, imponente, aterrador, con una máscara de indiferencia en el rostro, se inclinó hacia ella para quedar con su rostro cerca de la ventana del piloto, mirándola con una sonrisa torcida.
—Es un placer conocerte, doctora —dijo, con una burla en la voz, era tan cavernosa, que parecía tenerlo ahí dentro de su auto—. El jefe tiene grandes planes para ti. Pero antes, me gustaría que vinieras con nosotros.
Adara apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que una mano fría y áspera tocara su brazo. No sabe cómo sucedió pero de pronto el vidrio de la ventana ya no era obstáculo. En un instinto de supervivencia, giró