Horas después, el eco del cristal rompiéndose resonó como un trueno en el penthouse de Christian. Apenas había cerrado la puerta detrás de él cuando su furia lo dominó. Con un gesto violento lanzó la copa de whisky contra la pared, viendo cómo los fragmentos de vidrio se esparcían como astillas brillantes sobre el piso de mármol.
—¡Maldita sea! —rugió con la voz cargada de una frustración que quemaba.
Había planeado todo con detalle, fue cuidadoso en tomar en cuenta todo, incluso en la decisión de asignarle ese caso a Adara porque sabía quién era Drakos y sabía que ella si bien era de carácter fuerte, nunca se había enfrentado a un ser con la naturaleza de Vladislav. No esperaba encontrarse con esa sorpresa. Todo era perfecto, dirigido a un único resultado, todo estaba milimétricamente detallado: La nota anónima sobre el escritorio de Adara, la amenaza del secuestro orquestada por sus hombres… cada detalle diseñado para quebrar su voluntad, para obligarla a buscar refugio en él, com