Lo que no sabía Christian, mucho menos Adara, que por las argucias de su visitante demoníaco había perdido la conciencia de sus actos y más aún la capacidad de percibir la maldad oculta detrás de un rostro que asimiló con el amor de su vida, era que alguien observaba desde las sombras. Blade, oculto en su auto al otro lado de la calle de la entrada del edificio, sonrió al ver un auto familiar estacionarse en toda la entrada de éste.
Blade había estado detrás de Adara desde que salió del bufete hacía dos horas. Llevaba rato vigilante a los movimientos alrededor del edificio de lujo. Se sorprendió al ver llegar a Rupert. No entendía qué hacía él allí a esa hora. Por Vlad, supo que era socio de Adara, pero no tan amigos, no tan cercanos para estar ahí a esa hora, y justo en ese momento de elucubración e interrogantes que pudieran permitirle descartar a Rupert y considerarlo un buen sujeto, la respuesta le llegó del rugido de su lobo cuando Christian atravesó al entrada de la imponente es