En el departamento de Adara, ajenas al caos que había causado la explosión del auto de Christian, tenían una escena distinta al caos que era la mente de Christian ante la explosión de su auto y la presencia que sintió antes de salir de ahí. Ionela, con el cabello despeinado y una botella de vino en la mano, miraba a Adara como un águila molesta que vigila a su cría.
—Te lo digo, Adara, y no me canso de repetirlo: si yo no aparezco en ese momento, ese desgraciado de Christian te deja embarazada solo para amarrarte como si fueras un perro atado a su casa de mierda.
Adara suspiró, recostándose en el sofá.
—No exageres, Ionela…
—¿Exagerar? —Ionela bufó y bebió un trago largo de la botella antes de seguir con su sarcasmo mordaz—. Ese imbécil tiene la misma creatividad que un burro con sombrero. Es que no veo la lógica de buscar acostarse contigo a estás alturas cuando todo entre ustedes está terminado —sonrió con ironía—. De verdad que no veo otra intención de ese idiota, mete un niño en