EL LLAMADO DE LA BESTIA

La noche estaba cargada de una energía pesada, había algo en el aire que Vladislav no lograba identificar, pero que se filtraba a través de cada rincón de su ser. En la oscuridad de su mansión, se encontraba en su dormitorio, su cuerpo ardía con un deseo irracional, una furia inexplicable que no lograba calmarse, ni siquiera con la frialdad de la ducha de agua templada bajo la cual sumergió su cuerpo febril de deseo. Su mente se encontraba atrapada en una vorágine de pensamientos desordenados, todos relacionados con una imagen que no lo dejaba en paz: la de la mujer desconocida en sus sueños.

Recién acababa de despertar de uno, mucho más intenso que los anteriores. El sueño había sido vívido, más real de lo que cualquiera podría describir. La desconocida, con su aura desafiante y su fragor sensual, lo llamaba con la mirada  de manera que ningún otro ser en el mundo podría hacerlo. Vladislav, un hombre acostumbrado a ejercer control sobre cada aspecto de su vida, sintió cómo esa figura se filtraba en su mente y en sus pensamientos de manera inexorable. El poder que emanaba de ella lo inquietaba, lo confundía, y sobre todo, lo excitaba.

A medida que la figura se acercaba a él en sus sueños, algo dentro de Vladislav despertaba. Un deseo que ni siquiera él entendía, y menos podía aceptar. No era una simple atracción física; era más profundo. Era como si su naturaleza licantrópica respondiera al llamado de algo primigenio, un instinto salvaje que nunca antes había experimentado. En ese momento, se dio cuenta de que la desconocida tenía algo que lo poseía, algo que provocaba una necesidad tan grande que lo empujaba más allá de sus propios límites.

La imagen de sus ojos verdes lo perseguía, un par de orbes desbordados de misterio, que lo atraían de una forma que no podía justificar, no podía racionalizar. ¿Quién era ella? ¿Por qué lo estaba afectando tanto? Su lobo, esa parte oscura de su alma, rugía furiosa, buscando respuestas y al mismo tiempo ansiando la liberación que solo esa mujer podía proporcionarle.

Despertó de súbito, su cuerpo estaba tenso, y su cabeza tan llena de pensamientos que lo atacaban a cada momento que no le permitían razonar. El deseo era palpable, como un peso sobre su pecho, como si su ser estuviera siendo drenado por la simple presencia de la mujer en sus sueños. Con las manos temblorosas, se acercó al baño, y abrió la ducha con fuerza, dejando que el agua fría golpeara su cuerpo con intensidad. No quería rendirse a lo que sentía, pero la necesidad era insostenible.

La sensación de la frialdad del agua sobre su piel fue casi un castigo, un intento por alejar los pensamientos que lo consumían. Sin embargo, lo que vino a continuación fue peor. Su lobo, en su interior, se agitó, furioso, reclamando el control de su cuerpo. La transformación era inevitable, el calor de su sangre estaba a punto de estallar, y no tenía manera de detenerlo. La presión creció en su pecho y en sus hombros, y en un parpadeo, la bestia dentro de él comenzó a emerger.

Vladislav llegó un momento que pensó que no podía evitarlo. La presión en su cuerpo crecía con cada segundo, como si su carne estuviera siendo rasgada desde adentro. Sus huesos comenzaban a estirarse y se quebraban en un proceso doloroso y desgarrador tan familiar para él pero que había aprendido a controlar. Pese a que su respiración se aceleraba, su cuerpo temblaba, y la necesidad de transformarse lo envolvía, logró controlar a su lobo. 

Con un rugido que resonó en sus oídos, Varkar manifestó inconformidad por la prohibición de Vladislav de dejarlo salir. Se sentía llegar al límite, ahora no solo luchaba con el deseo que no lograba apagar, sino que también la insistencia de Varkar y la furia por la negación, haciéndo de su cuerpo un campo de batalla minado. En ese momento, Vladislav no era solo un hombre. Era una bestia. Y esa bestia, alimentada por un deseo primitivo, estaba dispuesta a hacer todo lo que fuera necesario para satisfacer la necesidad de follar con una mujer. Necesitaba apagar ese deseo irracional. 

Pero hubo algo que llamó su atención, Varkar rugió como si tuviera más clara la situación, el deseo no solo se limitaba a lo físico. En su mente, la imagen de la desconocida volvía una y otra vez, y la furia de su lobo solo aumentaba. ¿Quién era ella? ¿Por qué lo afectaba de esta manera? El deseo irracional de poseerla, de marcarla, lo consumía, y no podía resistirse a esa llamada. Esa atracción era más fuerte que él mismo.

Pero lo que más le inquietaba, lo que más lo atormentaba, era la conexión que sentía entre ella y la mujer que lo había estado desvelando en los últimos días: Adara, la mujer que solo había visto una vez. Había algo en esa mujer, algo que lo vinculaba de manera inquebrantable con la desconocida de sus sueños. Un vínculo que ni él mismo podía comprender, pero que su lobo reconocía con una intensidad que no le agradaba.

Una vez fuera de la ducha, Vladislav luchaba por mantener el control. Intentó mantenerse en calma dejando que pasara el efecto. 

—Debes irte, y yo necesito descansar —le dijo a su lobo.

«Debemos buscarla, solo con ella podrás estar más tranquilo», respondió Varkar, su lobo.

Vlad no entendió el mensaje al momento. Tal es así que asumió que estaban en la misma sintonía y tomó una decisión repentina. Se vistió con rapidez y salió al pasillo con pasos firmes. Llegó al porche de la salida posterior, la que siempre usa cuando necesitaba huir o una huida más fácil. 

Sin buscarlo, apareció Florin, su mano derecha.

—Ja, por lo que veo Varkar logró su cometido —escupió al ver al Alfa grande e imponente en actitud de caza, sus ojos dilatados y rojo sangre, eran el único signo evidente de la necesidad de la transformación.

Varkar lo escuchó a la perfección,  pero antes de que reaccionara, Vlad le envió una orden mental a su lobo inquieto.

«Cálmate, maldito. No puedes perder el control ahora. No hoy».

Florin le dirigió una mirada de preocupación.

—Vlad, tenemos un problema urgente que resolver, es sobre la manada del sur… —comenzó a explicarle pero Vladislav gruñó, sin ocultar su enojo. A pesar de que su lobo seguía latente, él intentaba con todas sus fuerzas concentrarse en lo que realmente importaba, y no era precisamente eso.

Antes de que pudiera decir algo, Vladislav fue más rápido y lo detuvo.

—Florin, Ahora no, tengo algo más urgente y prioritario. ¿Dónde está Irina? —Su voz no dejaba espacio a dudas: necesitaba deshacerse de la presión, de la tormenta dentro de su cabeza, y sabía que solo una cosa podía calmarlo. No tenía tiempo para nada más.

El Beta lo miró con incertidumbre, pero no dijo nada. Sabía que, en esos momentos, el Alfa era impredecible.

—¿Qué pasa con Irina? —preguntó Florin con frialdad—. Irina, está donde siempre. ¿Por qué? —Florin preguntó, curioso.

Vladislav no perdió tiempo. Su mirada se endureció, y con un rápido movimiento, se acercó a Florin.

—Dile a Irina que me encuentre en la cabaña. Es urgente.

La furia en su interior seguía creciendo, el lobo seguía exigiendo más. Vladislav necesitaba sacarse a Adara y a la mujer del sueño de la cabeza de la cabeza, necesitaba dominar, poseer, y la única forma en que podía hacerlo era entregándose a la mujer que, aunque no le importaba de la manera en que pudiera hacerlo con su mate, si la tuviera, en este momento Irina era la única capaz de calmar la tormenta dentro de él, aunque solo fuera por un rato.

Con un último respiro, Vladislav salió de la mansión, y sin perder un segundo más, subió a su coche y se dirigió a la cima de la montaña. El viento azotaba su rostro, pero nada podía calmar el fuego que ardía dentro de él. Con cada kilómetro, su desesperación aumentaba.

Al llegar, se detuvo en lo alto, se despojó de sus ropas y así sin más con un rugido animal en su garganta, comenzó la transformación, liberó a su lobo ahí bajo la noche oscura. El proceso de la transformación fue doloroso y, al mismo tiempo, liberador. Sus músculos se tensaron, sus huesos se reestructuraron, y sus sentidos se agudizaron, permitiéndole experimentar el mundo de una manera completamente diferente. La bestia dentro de él había tomado el control, y no había vuelta atrás.

Vladislav, ahora completamente transformado, comenzó a correr hacia la cabaña a una velocidad sobrehumana, su cuerpo ágil y musculoso se movía con una fuerza descomunal. El viento y la oscuridad se convertían en sus aliados mientras se acercaba a su destino.

El aire fresco de la noche llenó sus pulmones mientras avanzaba rápidamente hacia su destino: la cabaña donde encontraba alivio. Los árboles se desplazaban rápidamente a su alrededor, sus patas golpeaban el suelo con fuerza y rapidez. La única cosa que rondaba su mente era el deseo de liberarse, de quitarse esa necesidad que lo estaba consumiendo.

Al llegar a la cabaña, la atmósfera era densa, impregnada con la presencia de las mujeres con las que se desahogaba. Entre ellas, Irina destacaba. Con sus cabellos oscuros, su mirada desafiante y su postura sugerente, era la mujer que sabía cómo complacerlo de la manera más cruda y primitiva. Sabía lo que él necesitaba, lo que su naturaleza requería, y estaba dispuesta a ofrecerlo todo.

Irina lo miró con una sonrisa enigmática, consciente del poder que tenía sobre él. Su cuerpo parecía atraerlo, su presencia era una invitación a sucumbir a sus instintos. Había algo en ella que lo hacía sentir en control, aunque al mismo tiempo, sabía que lo que ocurría con Adara no tenía comparación. Pero ese pensamiento no logró frenar la oleada de deseo que lo invadía.

—¿Listo para dejar que todo esto se disuelva? —susurró Irina, acercándose a él con una mirada que mezclaba sumisión y desafío. La tensión era palpable, pero Vladislav sabía lo que quería. Sabía que su lobo lo impulsaba, que la necesidad de liberarse de Adara lo había llevado hasta aquí.

Sin embargo, mientras Irina lo atraía, una parte de él seguía luchando, la presencia de Adara persistía en su mente y en su cuerpo. Su lobo y su mente no podían evitarlo. Y, mientras Irina se acercaba con una sonrisa llena de promesas oscuras, Vladislav se encontró dividido, atrapado entre el deseo de control y la necesidad de satisfacer lo que su naturaleza le pedía.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP