Mundo ficciónIniciar sesiónEl Límite Entre la Realidad y la Tentación
Al día siguiente, la mañana se deslizaba lentamente sobre la ciudad mientras Adara intentaba concentrarse en los papeles frente a ella. El despacho estaba tranquilo, la luz del sol entraba suavemente por el ventanal, pero en su interior, la tormenta seguía rugiendo. La discusión con Christian aún resonaba en su cabeza, sobre todo por el caso de Vladislav Drakos. La estaba consumiendo, no solo porque había sido una imposición de Christian, sino porque la presencia de ese hombre parecía estar en todos lados, aún cuando no estaba físicamente cerca.
Había algo perturbador en la forma en que Vladislav la había mirado el día que se conocieron, algo que no había podido sacar de su cabeza.
«¿Por qué insistes en buscarlo, cuando tengo un mundo lleno de casos que manejar y problemas más importantes que resolver?», cuestionó a su mente.
«¿Cómo puede alguien tan extraño ser tan intimidante sin haber hecho realmente nada?», se preguntó sintiendo incomodidad en su pecho.
—Adara, ¿estás bien? —la voz de Ionela la sacó de sus pensamientos.
Ionela que había entrado a su despacho hacía dos minutos sin previo aviso, se extrañó que no le hubiera escuchado su saludo, mucho menos le hubiera visto, y la tenía al frente. Al ser consciente d e su presencia, Adara vio una sonrisa irónica jugar en sus labios.
Ionela con un movimiento rápido, le dejó una taza de café sobre la mesa y se sentó frente a ella. Adara no respondió inmediatamente, pues aún estaba luchando con sus propios pensamientos, pero su amiga, que siempre parecía captar sus estados de ánimo, no tardó en notar la tensión en su rostro.
—Es ese caso, ¿verdad? —preguntó Ionela, sin rodeos, como siempre, señalando con la mirada el expediente cuidadosamente ubicado en una esquina de su escritorio.
Adara suspiró y miró a su amiga. Las palabras no salían de su boca, y se limitó a asentir con la cabeza, como si no tuviera fuerzas para seguir fingiendo que todo estaba bien.
—¿Qué pasa con él? —Ionela presionó, sabiendo que Adara rara vez se mostraba vulnerable, pero que este caso parecía haberla tocado de una manera que no podía ignorarse.
—Es difícil... —Adara bajó la mirada al escritorio, tocando nerviosamente los papeles que tenía frente a ella—. Me molestan las arbitrariedades —resopló sutilmente—. Anoche intenté sacudirme de este caso pero Christian con sua actitud prepotente dejó claro que el caso era mío, que ya yo tenái un caso más personalizado del mismo porque cometí el maldito error de hacerle el quite y entrevistarlo cuando él fue quien debió hacerlo —agregó con evidente ira.
Había algo más, pero no quería contarle a Ionela lo que le sucedía respecto de Vladislav Drakos. No estaba dispuesta a contarle que algo de ese hombre le perturbaba, incluso de solo pensarlo.
—Además algo en ese hombre no me gusta —agregó con evidente malestar, su rostro se mostró desencajado.
Ionela frunció el ceño, su mirada era profunda y cargada de curiosidad.
—¡Algo no te gusta de él! —repitió con una leve sonrisa burlona—. Eso es bastante interesante. ¿Qué quieres decir con eso específicamente?
Adara levantó la vista, algo incómoda por la pregunta directa.
—Es... es su exceso de confianza, Ionela. No estuviste aquí para verlo. Parece una versión más burda, más retorcida que la personalidad de Christian —hizo una pausa para no dejar ver lo que en realidad le ocasionaba ese rechazo—. Es de los que cree que todos andan en la dirección que imponga, según apunte el dedo. Sabes bien que me molesta que me digan qué hacer y cómo hacerlo. Y lo peor es que no sé si estoy reaccionando a él o a la imposición de Christian.
Ionela se reclinó en su silla, mirando a Adara con una expresión que ya conocía bien. Era la mirada de quien estaba buscando la verdad en su amiga, incluso si no era lo que Adara quería admitir.
—Lo que realmente te molesta es que Christian te haya asignado este caso, ¿verdad? —afirmó Ionela, claramente dando por sentado en acertar en su observación.
Adara frunció el ceño, sintiendo un nudo en su estómago. No podía ser tan obvia sobre la extraña conexión que creyó ver ese día. Pero sí, lo era. Lo admitía para sí misma. El caso de Vladislav no solo la ponía en una posición incómoda profesionalmente, sino que le hacía recordar y comprender lo que había sido su relación con Christian. Ese dominio constante, la manera en que siempre parecía tener todo bajo control, incluso sus emociones.
—Él sabe cómo manipularme, Ionela —susurró, con amargura en la voz—. Siempre lo ha hecho. Y ahora me está empujando a hacer lo que no quiero. Odio a los hombres como Vladislav Drakos.
Ionela la observó en silencio durante unos segundos, luego se inclinó hacia adelante, cruzando los brazos sobre la mesa.
—Creo que estás exagerando, ¿No es esto lo que necesitas, Adara? —preguntó con seriedad—. Algo que te saque de todo eso. De Christian, de tu pasado, del miedo de enfrentarte a lo que realmente sientes. Tal vez sumergida en este caso te des cuenta que no estabas enamorada de ese insulso.
Adara la miró, sorprendida por la claridad en las palabras de Ionela.
—Ya Christian no me importa —mintió. La ira por la traición seguía controlando sus emociones—. No sé si quiero... —Adara bajó la mirada de nuevo—. Tal vez lo mejor sea que tome unos días de descanso. ¿Un mes?
Ionela se rió con suavidad.
—¿En serio? ¿Quieres seguir atrapada en ese limbo de lo que fue? ¿El miedo a cometer el mismo error otra vez? Porque si te vas ahora que tienes este caso emblemático entre las manos estarías huyendo de ti y de tu código de conducta ¿Dónde quedó al Adara que no ligaba lo personal con lo profesional? —le dijo con tranquilidad—. Si te vas aaron tirando este caso le habrás demostrado al maldito de Rupert que de verdad puede seguirte controlando. Mira, amiga, ya no tienes tiempo para seguir alimentando viejos traumas. Porque la relación con Christian quedó en el pasado, es un trauma, malo, asqueroso, y viejo, pasa la página. Tal vez, este caso del eminente empresario Drakos sea lo que necesitas. No para olvidar a Christian, pero sí para mirar las cosas de otra manera.
Adara la observó en silencio, sorprendida por la franqueza de su amiga. A veces, Ionela tenía la habilidad de decir las cosas con tal crudeza que no dejaba espacio para las excusas. Pero algo en sus palabras resonó en Adara. Era cierto que había estado demasiado enfocada en lo que había perdido, en lo que Christian le había arrebatado. Quizá lo que necesitaba era permitir que algo nuevo entrara en su vida, sin tratar de controlarlo, sin resistirse.
«Dale permiso al destino», escuchó en su cabeza nuevamente un susurro que la estremeció. Sacudió sutilmente su cuerpo.
—La verdad no sé si estoy preparada para asumir este caso, anímicamente no me siento bien —confesó Adara en voz baja.
Ionela se levantó y caminó hacia la ventana, mirando el paisaje de la ciudad, mientras sus palabras flotaban en el aire.
—Adara, solo tú tienes el control. No dejes que lo sucedido con el idiota ese te arrebate lo profesional que has demostrado ser hasta ahora. Si no sigues adelante con este caso, que no sea porque la depresión te paraliza, sino porque de verdad tengas una razón de peso que comprometa tus valores, tus principios y te perjudique realmente, y aquí no veo nada que te perjudique, al contrario, hasta de terapia te va a servir. A veces tienes que dejarte llevar, incluso si no entiendes todo lo que está pasando.
Adara asintió lentamente, sintiendo una ligera presión en el pecho. Ionela tenía razón, aunque no quería admitirlo. Necesitaba enfrentarse a lo que sentía, y dejar de esconderse en la comodidad de su sufrimiento.
La conversación terminó, y Adara se quedó sola con sus pensamientos, su mente estaba llena de imágenes de Vladislav, de esa presencia imponente que parecía rodearla a cada paso, incluso sin estar presente.
«¿Por qué él me afecta tanto?» Era la pregunta que no podía sacarse de la cabeza.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Adara trató de evitar pensar en lo que había sucedido durante el día. Cerró los ojos, pero el rostro de Vladislav, esa figura enigmática, apareció una vez más en su mente. Sin poderlo evitar cayó en un sueño profundo, volvió al sueño que se repetía una y otra vez. Ese sueño con el hombre desconocido apareció ante ella de nuevo. Su mirada era tan profunda que sentía como si estuviera penetrando en su alma.
Pero esta vez, algo cambió. Ella reconoció su rostro.
Vladislav.
El miedo recorrió su espina dorsal, su respiración se aceleró mientras el sueño se volvía más vívido, más real. Podía sentir el peso de su presencia a su alrededor, como si estuviera ahí, tocándola, observándola. De manera irreal en ese instante sucedió como un desdoblamiento, algo extraño y nuevo. Vladislav se desdobló para convertirse en un lobo, un animal emigantico, cautivador, hipnotizante que la obligó a detenerse en él, a mirarlo con deseo, y justo cuando el animal comenzó a avanzar hacia ella algo sucedió….
Adara despertó de golpe con el corazón latiendo fuertemente en su pecho, y una sensación de angustia recorriéndole todo el cuerpo.
Tenía el rostro empapado en sudor frío. El sueño había sido tan vívido, tan real, que se sentía atrapada en una red invisible que la mantenía en vilo. Ese rostro, esa presencia que había estado acechándola, ya no era un misterio. Vladislav Drakos había invadido su mente de una manera que no podía ignorar, tampoco lograba entender, y lo peor de todo era que sentía que algo más profundo y peligroso se estaba gestando, aunque no lo entendiera.
Se levantó de la cama, sus piernas estaban temblorosas, como si el impacto del sueño aún resonara en su cuerpo.
«¿Qué fue eso?».
No podía sacarse de la cabeza la forma en que su cuerpo reaccionaba ante el solo pensamiento enfocado en él, la forma en que su mente seguía dándole vueltas a cada gesto, cada palabra, cada mirada que había intercambiado con él en su primera reunión. No estaba segura de si temía lo que sentía o si, en el fondo, deseaba que esa conexión fuera real.
«No puedes permitir que esto te controle», pensó, apretando los dientes mientras se miraba al espejo. Las sombras bajo sus ojos le recordaban lo que había estado pasando en su mente, cómo había estado luchando con sus propios sentimientos y deseos. Todo le indicaba que entre ella y Vladislav había una conexión, pero no quería aceptarla. no podía ser real. No podía permitir que eso le sucediera, no después de lo que Christian le había hecho.







