Adara, que ya se encontraba en el lugar, miraba los símbolos con cautela. Llevaba un vestido de seda azul pálido que reflejaba la luz de la Luna, pero su rostro estaba tenso, como si sintiera el peso de la decisión que sin saber estarían obligados a tomar. La conexión entre ellos, que ya era poderosa, comenzaba a sentirse más intensa, como una corriente que recorría sus cuerpos, y que parecía que solo se desataría por completo al cumplir con lo que la profecía dictaba.
—¿Estás lista? —preguntó Vladislav, su voz grave, cargada de emoción. No era miedo lo que sentía, pero sí una mezcla de incertidumbre y deseo—. ¿Tienes alguna idea en que consiste todo esto? —inquirió mirando con rechazo a su alrededor.
Adara sabía que este ritual no solo sellaría su destino, sino que también traería consigo consecuencias que no podían prever. Llo miró con esos ojos que siempre le daban fuerza. Su mirada estaba tan llena de amor como de ansiedad, pero había una determinación en su voz cuando respondió