El Alfa Raymond apartó sus labios de los de Ayseli. La miró unos segundos con sus ojos verdes como gemas heladas, y luego giró lentamente la cabeza hacia el Beta Walter.
—¿Quién es el responsable? —preguntó con voz grave y llena de autoridad.
Walter respiraba agitado, su pecho subía y bajaba rápidamente.
—No lo sé con certeza, mi Rey —contestó—. Pero… —su ceño se frunció— sospecho que se trata de un contraataque de Solem… el jerarca del templo que logró huir.
Raymond dejó escapar un gruñido bajo, una vibración profunda que hizo temblar el aire de la habitación.
—Cobarde… —murmuró, y luego volvió su atención a Ayseli.
Ella se quedó helada cuando él se acercó. Raymond inclinó su rostro hasta que sus labios rozaron el lóbulo de su oreja y su aliento cálido la envolvió.
—Si se te ocurre aprovechar el caos para huir, loba lunar… —su voz era un filo cortante, llena de repugnancia hacia ella cada vez que pronunciaba su raza— será mejor que consideres a los niños del templo que tomé como esclavos… morirán. Tenlo por seguro.
¡Ayseli sintió un escalofrío recorrerle todo el cuerpo!
Quiso replicar, pero las palabras murieron en su garganta… Sus manos a sus costados, se hicieron puños temblorosos.
—Quédate aquí —ordenó él, y con un movimiento rápido de su capa oscura, se giró hacia Walter.
—Ven conmigo —dijo el Alfa, saliendo de la oficina.
Mientras se marchaba, su voz resonó con autoridad:
—¡Ustedes, no la pierdan de vista!
Los dos guardianes dentro de la oficina se cuadraron, firmes como estatuas. Otros dos, al otro lado de las puertas dobles, adoptaron la misma postura.
Raymond desapareció en el pasillo junto al Beta, dejando a Ayseli con esos lobos.
…………..
Ayseli permaneció inmóvil unos segundos, escuchando cómo los pasos del Alfa se alejaban. Luego, empezó a caminar de un lado a otro.
Tap~ Tap~ Tap~
Sus manos se entrelazaban y se soltaban, y su mirada iba una y otra vez hacia el balcón abierto, por donde la luz plateada de la luna ingresaba.
—Quédate quieta —gruñó uno de los guardianes.
Ella apretó los labios, tragando la furia.
Pero las imágenes regresaron a su memoria: el fuego devorando las paredes del templo, los gritos de dolor, los cuerpos inertes en el suelo… charcos de sangre que se mezclaban con las lágrimas de los que agonizaban.
Y entonces, la voz de Syla, su loba interior, resonó en lo más profundo de su mente.
«Ese Alfa tirano está mintiendo.»
Ayseli entrecerró los ojos.
«No tiene a ningún cachorro. Los mató a todos, lo vimos… Quedamos inconsciente, ¿qué más no pudo hacer?, no siento la presencia de otros lobos lunares cerca. Ese monstruo se rebeló contra la diosa… y arrasó todo…»
La respiración de la loba de cabello blanco, se aceleró.
«Usa tu don, ahora sí, atácalos… Escapa, si la diosa nos apoya, si está de nuestro lado, esta vez… lograrás hacerlo…»
Ayseli sintió su corazón latir desenfrenado.
En un segundo, su cuerpo se estremeció, y con un destello blanco, su figura humana se transformó.
POOOOF~
Su pelaje blanco como la nieve se desplegó, y sus ojos azules brillaron con fuerza.
—¡¡M@LDITA!! —alcanzó a decir uno de los guardianes, retrocediendo un paso.
¡Ella se lanzó contra él!
¡PUUF!
Sus garras atravesaron el cuero de su armadura y se hundieron en su pecho.
¡SLAAASH!
Un brillo sobrenatural recorrió sus uñas, y el lobo aulló de dolor.
—¡AAAAAAH! ¡M@ldita seas, loba lunar!
Él cayó de rodillas, con las manos en el pecho, vomitando sangre oscura que salpicó la alfombra.
Y solo segundos después, quedó inmóvil…
El segundo guardián apenas tuvo tiempo de reaccionar e ir a atacarla, cuando Ayseli se le abalanzó.
¡BAM!
Los dos rodaron por el suelo, ella no perdió tiempo y hundió sus garras en su cuello.
—¡¡¡AAAAAHHH!!! —gritó el lobo, también vomitando ese líquido oscuro, venenoso, que comenzaba a apoderarse de su cuerpo.
Un rugido profundo escapó de la garganta de esa hembra, mientras sentía el calor de la sangre ajena en sus patas.
El guardián tembló, sus ojos se nublaron… y murió.
Afuera, los dos guardianes en la puerta escucharon el estruendo.
Uno la abrió apenas para mirar, pero Ayseli lo embistió con fuerza.
¡CRAAAANK!
¡La puerta se derrumbó, golpeando contra la pared!
Ella se lanzó sobre el primero y lo mordió en el hombro, desgarrando su piel.
El segundo intentó atacarla por detrás, pero ella giró sobre sí misma y le clavó las garras en el vientre.
Ambos cayeron al suelo, y una vez más… Hundió sus garras en sus pechos, e hizo uso de su don, uno mortal… Uno que no daba segundas oportunidades y acababa con la vida de su objetivo casi al instante.
El pasillo finalmente quedó libre.
¡Ella salió corriendo a grandes zancadas!
TAP~ TAP~
En la distancia, el eco de rugidos y estruendos le indicó que la batalla seguía afuera. El aire estaba impregnado de humo y olor a sangre fresca.
¡BOOOOOOM!
Un ventanal explotó por un golpe lejano.
Ayseli dobló hacia la izquierda, vio un balcón y sin pensarlo…
¡SALTÓ!
El aire frío de la noche la envolvió, y su cuerpo cayó en picada hasta el jardín trasero.
La hembra sintió la humedad de la hierba bajo sus patas, pero no se detuvo.
Corrió, dejando un rastro de huellas mojadas y con sangre de los lobos guardianes.
—¡ALERTAAAA! ¡LA LOBA LUNAR ESCAPÓ! —aulló un guardián desde algún lugar detrás de ella.
Ella los escuchó, su corazón comenzó a latir aceleradamente…
¡TENÍA QUE HUIR!
¡TENÍA QUE IRSE ESA MISMA NOCHE DE ESA M@LDITA MANADA!
Entonces, la loba blanca se adentró en las profundidades del bosque, atravesando los obstáculos, avanzando sin descanso, sin pensarlo, sin mirar atrás.
Fue cuando escuchó unas pisadas pesadas y rápidas, que se acercaban.
Un aroma llegó a ella: fuerte, varonil, mezclado con tierra y bosque… una aroma familiar.
La loba giró apenas el rostro y lo vio…
Un enorme lobo de pelaje tan oscuro como la noche, con ojos celestes la veía fijamente.
«¿Quién…?»
El extraño lobo aceleró, y ella también.
Pero la velocidad del otro era impresionante.
El bosque se volvía más espeso, y de pronto el suelo desapareció bajo sus patas.
—¡¡AAAAAAAHH!! —ella aulló al caer por un desnivel oculto.
¡POOOOM!
Su cuerpo rodó cuesta abajo, golpeándose contra piedras y raíces, hasta que…
¡SPLAAAASH!
¡Cayó en las aguas frías de un río que rugía con fuerza!
El agua la arrastró, fría como hielo, cortando su respiración. Intentó nadar, pero la corriente era demasiado rápida.
Y entonces, unas garras fuertes la atraparon.
El lobo oscuro se lanzó al agua, y la sacó hábilmente.
Ella jadeaba, empapada.
Él tomó forma humana frente a sus ojos: un hombre alto, musculoso, de cabello negro mojado que le caía en mechones sobre el rostro, y esos mismos ojos celestes que la habían perseguido.
La sostuvo entre sus brazos, y su calor la envolvió.
Instintivamente, Ayseli volvió a su forma humana, los pies de ella tocaron la hierba húmeda, y su piel desnuda se estremeció al contacto con el aire nocturno.
El hombre la miró intensamente, sus manos firmes sujetándola por la cintura.
—Por fin… te encontré —murmuró ese macho en un tono de voz grave—. Te he estado buscando.
Ayseli lo miró con confusión, su respiración entrecortada.
—¿Tú… quién eres?
Su aroma la envolvió… Era extraño, pero se sentía segura, como si lo conociera desde siempre; él no era un lobo lunar, y ella jamás había salido del templo desde bebé, hasta ahora que fue secuestrada, entonces…
¿Quién era el lobo extraño? ¿Por qué olía a familia?
Y justo antes de ella volver a preguntar….
¡¡¡SLAAAAZ!!!
¡Las garras del hombre-lobo le atravesaron la espalda!
Ayseli sintió el líquido caliente y espeso de su sangre en su espalda, y clavó sus ojos azules llenos de sospresa en ese macho que la retenía en sus brazos.