Alfa Aciel se llevó la mano al mentón, pensativo, caminando dos pasos, el riachuelo a su espalda provocando un ligero sonido.
—Escuché que el tercer jerarca visitaba a los lobos de la luna en las manadas a las que eran asignados —murmuró ese Alfa de cabello oscuro—. Para… asegurar que cumplan su propósito. Pero no sabía de un ritual purificativo mensual.
—Podemos intentar… contactarlo —dijo ella con esfuerzo.
La reacción de Aciel fue inmediata. Un chasquido de lengua, frunciendo su ceño.
—No seas tonta. Fort eligió un bando, y fue el de Raymond —sus ojos celestes se clavaron en los de ella—. Si te ayudó antes fue por el trato que tenía con tus padres. Nada más.
Ayseli bajó la mirada. El estómago le dio una punzada.
En ese momento, Syla, su loba, le habló:
«Quizá por eso Fort permitió que Aciel nos trajera… con la intención de que el cuerpo no resista y muramos, quizá nos odia… Alfa Raymond nos tomó y nos marcó.»
—No —la hembra susurró, negando apenas—. No puede ser así.