Capítulo 02: Marcada por el Alfa.

«¡Mi luna! ¡No hay duda alguna, esa hembra nos pertenece!»

Rugió la voz del lobo de Raymond, Rustar.

El Alfa de la manada Fuerza Aguerrida. Se irguió, Solem se sorprendió, tosiendo sangre, con su garganta herida.

Raymond comenzó a avanzar hacia la loba blanca que venía corriendo metros en la distancia entre los cadáveres, su silueta iluminada por el naranja ardiente del fuego que consumía el bosque.

—Fort, ocúpate de Solem —ordenó Raymond, sin mirarlo. Con un tono gélido que no dejó espacio a negativas—. Házlo sufrir antes de matarlo.

Sin esperar respuesta, ese alto macho comenzó a caminar, sus botas manchadas de la tierra y sangre bajo sus pies.

Ayseli, en su forma lobuna de Syla, se quedó quieta por un instante. Su cuerpo temblaba ligeramente, el dolor que la invadía era desgarrador al ver la escena atroz frente a sus ojos azules.

—No… Basta… Por… Por favor… —rogó la loba blanca, volviendo a ver hacia ese hombre lobo que se acercaba a ella con pasos lentos pero firmes.

……..

Mientras tanto. Detrás de ellos…

¡Fort obedeció y sujetó con fuerza la cabeza de Solem, inclinándose hacia ese maldito jerarca principal del templo!

—Llevo años esperando este momento, Solem —soltó Fort, con sus ojos grises llenos de odio, fijos en Solem.

Solem, en lugar de suplicar, soltó una carcajada grave y llena de burla.

—¡JAJAJA! ¡Entonces seguirás esperando…! —dijo con voz ronca—. Porque el momento de matarme… no te pertenece, traidor.

Antes de que Fort pudiera reaccionar, Solem comenzó a recitar un antiguo hechizo, su voz resonando con fuerza sobrenatural.

"¡¿Qué demonios…?! ¡¿Y ese hechizo?! ¿Magia? ¿Un don? ¡No! ¡Solem es un lobo bendito por la diosa!, no un un híbrido o… ¿Sí?"

Pensó Fort confundido, retrocediendo unos pasos, y justo en ese momento…

¡Tanto el cuerpo de Lucía, como Solem, se esfumaron en un destello silencioso!

—¡No!… ¡No! ¡Maldito seas! —Fort rugió, quedando con las garras en el aire, incrédulo ante lo que acababa de presenciar.

……….

—¡¡¡AAAAAAHHHH!!! —se escucharon los gritos de la loba blanca, cuando el Rey Alfa Raymond, dejó a su lobo Ruster emerger.

¡EL ENORME LOBO ROJIZO SE ABALANZÓ SOBRE ELLA, SIN PIEDAD!

POOOF~

Raymond, ya en su forma de lobo, había saltado sobre Ayseli, derribándola contra el suelo manchado de sangre.

La fuerza de su cuerpo enorme la aplastaba contra la tierra húmeda. Ella forcejeó, arañando con desesperación, soltando un aullido lleno de furia.

—¡Suéltame! —rugió ella, sacudiendo la cabeza.

«No nos está reconociendo… ¿Realmente es nuestra mate?, algo pasa…», le dijo Raymond a su lobo, por medio de su enlace mental.

Ruster, su lobo, gruñó, sus colmillos a centímetros del cuello de ella.

—Indignante… —murmuró ese enorme lobo de un pelaje rojizo azabache, viendo a la loba blanca, con desprecio—. Mi luna no puede ser una m@ldita loba de la diosa… Una loba lunar que nace solo para cumplir un propósito y morir… patéticamente.

«Entonces… ¿Qué haremos con esta loba inútil?, ya tengo a una hembra y una hija. No necesito una loba como esta…», dijo Raymond lleno de arrogancia.

—¡¡DÉJAME IR, MALDITO LOBO TIRÁNICO!! —rugió con fuerza la loba blanca que seguía forcejeando, bajo el imponente macho que la dominaba.

«Entonces recházala… y mátala…»

Sugirió Ruster.

Raymond se sorprendió ante las palabras de su lobo.

«Si no la quieres cerca, deshazte de ella. Pero será una pena… Las lobas lunares tienen dones que ninguna otra posee. Podríamos… usarla en "eso"…», recalcó finalmente el lobo de ese cruel Alfa.

—¡Déjame ir, maldito monstruo! ¡Déjame ir! ¡Tengo que ir por los cachorros del templo! ¡Déjame, por favor! —rogaba la hembra lunar.

Pero… para desgracia de Ayseli. Ese lobo ya había tomado una decisión.

En un movimiento rápido y feroz, hundió sus colmillos en la nuca de esa loba blanca y…

¡LA MARCÓ!

—¡¡¡AAAAHHHHG!!! —el grito de ella resonó por todo el campo.

El dolor la atravesó brutalmente, debilitándola hasta que su forma de loba se deshizo, dejando su cuerpo humano desnudo y ensangrentado sobre la tierra.

La hermosa hembra de largo cabello blanco como la nieve, quedó inconsciente, marcada, con manchas rojizas junto a la poderosa mordida de ese Alfa, en su nuca.

Una conexión, aunque aún incompleta, poderosa… La loba lunar, egoístamente, ya le pertenecía.

El Alfa Raymond también recuperó su forma humana, quedando también desnudo, su piel ligeramente bronceada marcada con salpicaduras de sangre.

Ese Rey Alfa se levantó, y sin esfuerzo, la cargó sobre su hombro como si fuera un simple costal.

Fort apareció a unos metros tras ellos, todavía con el ceño fruncido por la fuga de Solem y Lucía.

—¡¿Por qué la mordiste?! —reclamó ese ex-jerarca, sorprendido—. ¡Esa loba blanca no es un trofeo de guerra, es mi…!

Raymond lo fulminó con una mirada fría, y él no pudo terminar su oración.

—No es de tu incumbencia —replicó Raymond con voz baja y firme—. Mejor explícame… por qué dejaste escapar a los enemigos.

Fort gruñó, sintiendo cómo la humillación le ardía en su interior, apretó con fuerza sus manos volviéndolas puños ligeramente temblorosos.

El Alfa soltó una carcajada fría.

—Sabía que no eras capaz de matarlos. Eres patético.

Unos pasos firmes se acercaron. El Beta de ese Rey Alfa, Walter, llegó cubierto con una capucha oscura, se detuvo frente a ellos.

En sus manos llevaba otra capucha negra con la que cubrió a su Rey Alfa.

—Alfa —dijo el Beta, con voz grave—, todos están muertos… menos los cachorros. ¿Qué hacemos con ellos?

Raymond giró apenas el rostro, sus ojos verdes brillando con el reflejo del bosque que ardía.

—Llévenlos como prisioneros —ordenó el Alfa Raymond—. Fort, tú estarás a cargo de esos inútiles esclavos cachorros, para algo deben servir. De lo contrario, mátalos.

Fort bajó la mirada, mordiéndose por dentro la rabia.

¡NO ESTABA DE ACUERDO! ¡CLARO QUE NO! ¿Pero qué elección tenía?

El templo de la diosa había caído, y él estaba involucrado. Él ayudó a ese Alfa a destruir lo que se supone… Es sagrado.

…………..

✧✧✧ Tres días más tarde. ✧✧✧

Ayseli despertó lentamente.

Lo primero que sintió fue el roce de una seda fría sobre su piel desnuda.

La hembra abrió los ojos y se encontró en una cama amplia, con sábanas negras, suaves, que contrastaban con la tenue luz de la chimenea y las farolas de pared.

Un pequeño sonido la hizo girar la cabeza.

De una esquina oscura, emergió la silueta alta del Alfa Raymond.

Ese Alfa estaba recién bañado, su cabello pelirrojo azabache goteando sobre sus hombros anchos. Una bata negra de seda, abierta en el pecho, dejaba ver los músculos marcados de un macho que se imponía solo con estar de pie.

En su mano, una copa de licor oscuro, que mecía con un suave movimiento de muñeca.

Él caminó hacia ella lentamente, como un depredador acercándose a su presa.

—¿Quién eres? —la voz de Ayseli tembló, pero no se apartó—. ¿Por qué me sacaste del templo de la diosa luna? Estás cometiendo un error… Déjame reunirme con los míos.

Raymond, no le respondió, él habló con su lobo, internamente:

«Es estúpida… parece que la marca ni siquiera le hace efecto. ¿Es realmente mi Luna… o podré usarla para mis planes?»

«Ten paciencia», le respondió su lobo. «Sus rituales de purificación pueden haber retrasado el vínculo. Además… los lobos lunares no deberían tener un mate. Ella es una anomalía… o tiene un propósito mayor que cualquier otra… ya llegará a reaccionar a nosotros, su Alfa»

El Alfa soltó una risa cruel, dio un paso más, subió una rodilla a la cama y se inclinó hacia ella, bebiendo de un solo trago el contenido de la copa.

Luego, sin apartar su mirada verde de los ojos azules de Ayseli, dejó caer la copa al suelo.

¡CRANK!~

El cristal se rompió en pedazos.

Con un movimiento brusco, la sujetó por el largo cabello blanco, obligándola a acercar el rostro hacia él.

—Hoy… te tomaré, "loba lunar" —su voz fue afilada, y cruelmente burlista.

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