La noche llegó como un manto de oscuridad absoluta que engulló el mundo lobo. El cielo era una vasta extensión de gris oscuro, como ceniza suspendida en el aire.
El viento, gélido y cortante, mecía las copas de los grandes árboles cubiertos de hielo. La neblina de Solem se extendía cubriendo todo el mundo lobo.
La manada Sombras Nocturnas avanzaba con cautela. Los guerreros lobunos, ocultos tras la neblina, se comunicaban a través de un enlace mental.
«Alfa Aciel…», la voz de uno de los guerreros, resonó en la mente del Alfa. «Estamos en posición.»
«Los flancos están listos. Solo aguardamos su orden», respondió otro guerrero, encargado de otro grupo en otro extremo, rodeando las fronteras de Fuerza Aguerrida.
—El momento ha llegado —sentenció Aciel, con su mirada celeste decidida.
El enorme lobo de color oscuro como el carbón, avanzó a grandes zancadas perdiéndose entre el follaje rodeado de neblina.
Sin embargo… A ellos, a todos los lobos de Sombras Nocturnas no l