Killian
La libertad.
Una palabra que suena a gloria y sabe a hierro.
Siempre pensé que la libertad significaba hacer lo que se me diera la maldita gana. Elegir el momento, la batalla, la sangre. Creí que era tomar decisiones sin pedir permiso, sin mirar atrás, sin rendir cuentas a nadie.
Pero ahora...
Ahora me doy cuenta de que estaba equivocado.
Porque si eso fuera cierto, no tendría este nudo permanente en el pecho cada vez que pienso en Ariana. No me temblaría la mano cuando firmo órdenes de ataque. Y, sobre todo, no me sentiría como un traidor cada vez que la alejo para “protegerla”.
Qué jodido chiste. Protegerla... ¿de qué? ¿De mí o de lo que represento?
—Alpha, el Consejo te espera —la voz de Caleb, mi Beta, interrumpe mis pensamientos como un disparo.
Estoy en mi despacho, de pie frente a la enorme ventana que da al límite de nuestro territorio. La luna está alta, enorme, brillante. Como un faro que me observa sin piedad.
—Que esperen un poco más.
—No creo que tengan ganas de s