Hombres De Manhattan #4. Una bartender libre de compromisos cuya vida termina complicándosele. Un chef mujeriego en busca de una aventura más... ¿O una última? Luego ocurre un rompimiento inesperado. Entonces aparece un ataque de celos que… ¿Los llevará al matrimonio? Oh, sí. La vida fácil y libres de compromisos de Eva y Louis darán un giro inesperado cuando deban casarse por el bien de dos inocentes. Ellos llegarán al acuerdo de separarse una vez obtenido la potestad de los niños, pero… ¿Qué pasará una vez que ese amor que fingían entre ellos se vuelva real, y emociones intensas surjan entre este par que les hará reconsiderar el estado de dicho matrimonio? ¿No lo sabes? Yo tampoco. Lo que sí sé, es que reirás, llorarás y te divertirás con estos dos cuando se encuentren en situaciones que jamás pesaron vivir. Advertencia: Contiene escenas eróticas y lenguaje explícito, tomar previsión.
Leer másNi la oscuridad de la noche, ni la lluvia helada me detendrían.
No se veía nada al ser tan tarde, y la ropa que cargaba encima, lo único que cargaba conmigo aparte del pequeño bolso que mi hermana me había dado, comenzaba a empaparse y hacer que mi cuerpo se estremeciera por el agua helada que caía sobre mí en ese momento.
Entonces mi llanto no pudo ser sostenido por más tiempo, y comencé a llorar por el miedo que me atenazaba, pero ya era muy tarde para regresar, porque de hacerlo, sabía lo que me esperaba en ese lugar.
De pronto me detuve, pues las luces de un auto alumbraron mi frente, lo que hizo que mi respiración se detuviera.
El auto hizo cambio de luces y cuando estuvo cerca de mí, me di cuenta que era un camión de carga y que era conducido por una mujer.
― ¿Estás perdida, niña? ― Gritó la señora desde el otro lado de la carretera para hacerse escuchar por encima de la lluvia.
―Voy a Nueva York―Respondí de vuelta con miedo a acercarme.
Lo que dije tuvo que haber sido gracioso pues la señora comenzó a reírse a carcajadas.
―Yo también voy allí―Dijo sonriéndome― Y a menos que tengas un pastón de dinero, jamás vas a llegar, chica. Estamos algo lejos de tu destino.
―Sólo tengo cien dólares―Lo único que mi hermana había alcanzado a robar.
― ¿Por qué no te subes, niña? ― La mujer golpeó el costado del camión en forma de invitación―Me puedes comprar el desayuno en la mañana.
Sin pensarlo mucho, pues no tenía más opciones, corrí hacia el camión y me subí en él, agradeciendo que el interior estuviese caliente y seco.
―Me llamo Silvie, chica ¿Y tú? ―Preguntó la señora arrancando con rapidez.
―Evangeline―Murmuré sintiendo que me relajaba por primera vez en días.
―Ese es un nombre muy largo para alguien tan pequeño. Eva es más fácil.
No dije nada. Aquella mujer me estaba ayudando, así que podía llamarme como quisiera.
― ¿Qué edad tienes, Eva?
―Trece.
― ¿Y qué buscas en Nueva York?
― A mí hermano Michael.
― ¿Tienes una dirección? Tal vez te pueda dejar donde vive―Insistió Silvie.
―Mi hermana me dio un papel con algo escrito, ―Expliqué sintiendo que el miedo volvía a mí―Pero la lluvia lo dañó y yo no sé qué decía.
En contra de todo lo que pensé que diría, Silvie simplemente asintió.
―Bueno, no soy adivina, Eva. Pero luces como alguien que huye de algo feo, así que no te dejaré por tu cuenta, chica. Pero tampoco te puedo tener conmigo. Mi hermana tiene un bar en la cuidad. Te puedes quedar con ella mientras encuentras a tu hermano, ¿Te parece? Ella te ayudará como pueda… No vas a necesitar huir nunca más.
―Gracias―Murmuré antes de romper en llanto.
Ya no necesitaría huir.
Encontraría a Michael y por primera vez, estaría a salvo.
Nueva York, 10 años después del epilogo anterior. ―Y entonces fue cuando decidí a confiar en él y contarle las cosas que esas personas me habían hecho vivir, y vaya si no fue la mejor decisión que tomé en la vida, pequeña, porque me buscó la ayuda que necesitaba, ¿Y cuando me enfrenté a Daley? Increíble, ahí me sentí como el superhéroe más fuerte del mundo. ―Si te das cuenta de que está dormida, ¿No? Aparté la mirada de mi hija, que había nacido unas horas atrás, y la fijé en mi esposa, mi amante, y mi mejor amiga. Y quien justo ahora me miraba divertida desde la cama de hospital. No importaba lo cansada que luciera, Amanda siempre paraba mi respiración cuando posaba aquellos ojos verdes en mí. Aun cuando la conocí a los trece y posó su mirada triste y pesarosa por la cantidad de acoso que recibía por ser pelirroja y tímida. Acoso que yo había acabado al defenderla, y ese hecho, había ayudado
Nueva York, tres años después. Los ojos azules de mi hijo me miraban con atención. Cómo si no fuesen las tres de la madrugada y yo no me estuviese muriendo de sueño. ― ¿Por qué no te duermes? ―Murmuré pesaroso notando que sus ojos brillaban con alegría ante mi miseria―No, Jake, no es hora de jugar, es hora de dormir. ―Tal vez si no lo dejaras dormir la siesta tan tarde, esto dejaría de pasar. El aire se me atascó en los pulmones al ver a mi espléndida esposa apoyada en el marco de la puerta. Mi diosa. ―A partir de mañana lo hago, nena. Te lo prometo. Pero ella solo se rio divertida antes de entrar a la habitación de nuestro hijo más pequeño y tomarlo en brazos. ―Llevas meses prometiendo lo mismo, corazón. A estas alturas sería un milagro que lo hicieras. Me maravillé una vez más de lo que increíble que mi mujer se veía con un bebé en brazos. Tal vez por eso seguíamos teniendo más
Quién iba a pensar que aquella niña de trece años asustada con la vida, terminaría haciendo sus sueños realidad. Definitivamente yo no, y ahora quería llorar al ver uno de mis más grandes sueños haciéndose realidad. No sabía cómo manejar las emociones que atenazaban todo mi ser. Escuchaba como todos a mi alrededor brindaban y celebraban por la apertura del restaurante, pero yo no podía apartar la mirada del nombre ante mí. Luciese encontraba estaba escrito en cursiva, de manera pulcra y limpia sobre la fachada del edificio. Mi escritura. Escritura que no sabría que tenía si la dueña de ese nombre no me hubiese acogido veinticuatro años atrás. Si ella no me hubiese enseñado a escribir y a sumar o a restar. Si ella no me hubiese enseñado a luchar por lo que quería en la vida. Una noche estando en Hawaii, le comenté a Louis sobre mi deseo de hacerle honor a ella en el restaurant, y que mi idea inicial
― ¿Ves? Mi hijo es más inteligente que tu hija. ―Acabo de ver a tu hijo llevarse el dedo a la boca luego de tenerlo en la nariz, Alex. ¿De verdad piensas eso? Alex suspiró pesadamente. ―Nada es perfecto, Louis. Y yo debería saberlo. Me acomodé en mi butaca y seguí mirando a los niños jugando con Sansa y Erick. Esta había sido mi vida los dos últimos días pues ahora era un invitado en la casa Hardy ya que, aunque me había ido del apartamento, no había podido irme del edificio. Mi plan había sido regresar al bote, pero se me hacía imposible ir a ese lugar cuando todo me recordaba a mi mujer, y las veces que habíamos estado ahí nosotros dos o con el resto de la familia y amigos. ¿Y sólo? Menos. Antes contaba con Sansa para distraerme, pero ahora la perra ya no era mía, sino de Milena. ¿Cómo hacia para quitarle su peculiar oso de peluche a mi hija? Sencillamente no lo hacías. Por lo tanto, ha
Dios mío, me estaba volviendo loca. ¡Louis me estaba volviendo loca! ¿No se supone que debería estar escribiendo su nombre dentro de corazones? ¿O soñar despierta sobre cómo luciremos juntos dentro de veinte años? Pues no. En realidad, había comenzado una lista sobre cómo matar a mi esposo sin levantar sospechas y terminar en la cárcel. Habían pasado tres días desde que nos declaramos nuestro amor eterno y que él no me dejara por el hecho de que yo andaba por la vida sin útero, y desde entonces, él se había dedicado a mostrarme cada video sobre la fecundación in vitro que encontraba, o los especialistas más prominentes que el dinero pudiera comprar, o cada programa de subrogación que apareciera en G****e. Y quería matarlo. No me lo tomes a mal, me complacía y halagaba el hecho de que el hombre quisiera tener un hijo conmigo, pero, ¿Honestamente? Sentía que iba demasiado rápido. Apenas unos días atrás nos decíamos nuestr
Mi esposa me amaba. Puta madre, me sentía invencible en la vida gracias a esa mujer. Era Usain Bolt, Michael Phelps, Michael Jordan yBabe Ruth en un solo cuerpo. Literalmente, Eva no me había declarado su amor, pero, ¿El decir que no quería separarse de mí? Eso era suficiente declaración de amor para mí. Además... No pude evitar sonreír como un idiota. Mi esposa me estaba preparando una sorpresa, y yo no podía esperar a ver de qué se trataba. Dejé caer las llaves en el mesón de la cocina, y me dirigí hacia la sala para aprovechar el increíble silencio que había en el apartamento el día de hoy. Aiden había pedido permiso para ir a visitar a su amiga pelirroja y contarle sobre nuestro viaje a Hawaii y Eva se había llevado a Mile con ella al bar pues yo tuve que presentarme en unas reuniones importantes en la mañana. ¿Y Sansa? Sansa estaba siendo paseada por Alice en este preciso momento, ya que noté
Último capítulo