Patrick Ferreira Spencer, es uno de los hombres más ricos de la ciudad de Nueva York, dueño de una cadena de hoteles y casinos que heredó de sus abuelos. Es un hombre serio, autoritario, exigente y perfeccionista. Sin embargo, su vida da un giro de 180 grados cuando, tras una deuda millonaria, acepta una apuesta de Paul Summers. Lo que él no esperaba era terminar siendo el vencedor y llevándose el premio a casa. La vida de Meghan Summers era tranquila; estudiaba y pasaba desapercibida la mayor parte del tiempo. Esto cambia cuando se entera de que su hermano la apostó y perdió. ¿Cómo enfrentará Meghan esta nueva realidad? ¿Qué planes tiene Patrick para su inesperado "trofeo"? Ambos se verán envueltos en un torbellino de emociones, desafiando su propia naturaleza y preparándose para un destino que ninguno de los dos esperaba.
Ler maisEl enorme letrero con el nombre del casino brillaba en lo más alto del edificio. Paul miró el rótulo y dudó en entrar. Era la primera vez que tenía miedo de hacerlo. Había acumulado una deuda muy elevada con el Casino Spencer-Imperial, y era muy probable que no volvieran a dejarle jugar. Sin embargo, era una necesidad que quemaba dentro de él, había estado los últimos tres días luchando para no sucumbir ante su adicción.
Sí, Paul sabía que era un adicto al juego y como cualquier otro tipo de adicciones le era imposible de controlar. Había perdido la fortuna que heredó de sus padres y lo hizo en menos de seis meses. Había vendido las acciones, había hipotecado su casa, perdido el auto… había terminado con todo.
Con frustración, Paul se mesó el cabello, su garganta estaba seca y pasar un poco de saliva fue una agonía. No debía estar allí, no tenía nada más que cincuenta dólares en el bolsillo; sin embargo, la necesidad que sentía por el juego era más de lo que podía soportar.
—Debería marcharse, señor Summers, no creo que al jefe le haga mucha gracia verlo de nuevo —le dijo el guardia de seguridad, quien ya lo conocía muy bien.
—¿Me ha prohibido la entrada? —preguntó, aunque era una posibilidad, él se atrevió a ponerlo en duda.
—No, el señor Ferreira no ha mencionado nada sobre dejarlo o no entrar, pero dio órdenes de que no se le volviera a dar crédito. Ya no tiene con qué pagar —musitó el guardia como si le contara un secreto.
Paul tragó el nudo formado en su garganta. Si fuera un hombre sensato, habría tomado el consejo del hombre y se hubiese marchado de allí, pero no lo era. La necesidad de apostar era superior a cualquier otra cosa.
—Quizá hoy tenga suerte —musitó.
El hombre de seguridad negó.
—Es lo que ha dicho los últimos dos meses, señor Summers… —se atrevió a decir, consciente de que no debía inmiscuirse en los asuntos de otras personas, menos en la vida de los clientes del casino, pero le daba pena ver a un hombre tan joven perderse en el vicio del juego.
Ese muchacho le recordaba a su propio hijo, quien había perdido la vida a causa del vicio en los juegos de azar.
—Por favor…
Paul no le permitió continuar, levantó una mano para hacerlo callar.
—Esta vez, voy a ganar, señor Ramírez, y cuando lo haga, le daré una jugosa propina por sus consejos —respondió con una sonrisa en los labios.
El hombre solo negó y suspiró al verlo perderse en el interior del casino, sabía que aquella noche no sería diferente de las anteriores; sin embargo, el guardia desconocía hasta qué punto sería diferente…
Patrick levantó la mirada cuando la puerta de su oficina se abrió, dejó la pluma sobre el documento que revisaba y entrelazó los dedos…
—Lamento interrumpirte, Patrick, pero… me dijiste que te avisara tan pronto como Paul Summers cruzara las puertas del casino —mencionó Harrison, desde el umbral de la puerta.
Patrick elevó una ceja, dejando ver sus ojos verdes, herencia de su madre.
—¿Se atrevió a volver? —preguntó.
Harrison asintió.
—Es un idiota —vociferó con molestia.
—Di órdenes que no se le volviera a dar crédito, sin embargo, dudo mucho que eso lo detenga. Hará lo que tenga que hacer para colarse entre las mesas de juego —respondió Harrison.
Patrick estiró sus largas piernas y corrió la silla, se puso de pie y haló las puntas de su saco.
—Tendré que echarlo personalmente, no me gusta la gente como Paul —espetó, mirando a Harrison, como si su amigo tuviese la culpa de la adicción de Paul Summers.
—No creo que un enfrentamiento entre ustedes sea bueno, Pat —dijo, llamándolo como solo sus amigos tenían permitido hacerlo.
—Paul es una mala, muy mala publicidad para el Casino, termina borracho, sin un centavo y armando escándalos a diestra y siniestra.
—Quizá sea porque perdió a sus padres hace poco…
Patrick atravesó la puerta, haciendo que su mejor amigo se hiciera a un lado.
—Nada justifica su comportamiento, Paul no es la única persona que ha perdido a alguien importante en su vida —mencionó.
Patrick aún estaba dolido por la muerte de su abuela Carlota. Sin embargo, para él honrar la memoria de su abuela, era siendo un hombre recto, con una reputación intachable, del que solo se pudiera decir cosas buenas, pero Paul no ayudaba…
—¡Espera, Patrick! ¡Espera! ¿Qué es lo que harás? —preguntó Harrison, tomándolo del brazo.
Patrick se detuvo y se giró para mirar a su amigo.
—Ya te lo dije, voy a echarlo de aquí.
—Hará un escándalo si lo haces, no creo que tu madre esté muy feliz si eso llega a suceder —le recordó.
Patrick pensó en la rubia de ojos verdes que lo esperaba en casa, estaba seguro de que iba a darle un gran disgusto si los hoteles y el casino tenían mala publicidad.
—Véncelo en la mesa de juego, creo que de esa manera no le quedarán ganas de volver.
—¿Quieres que me siente y apueste con Summers?
—No ganará —aseguró Harrison.
Patrick sonrió y negó.
—Los juegos de azar son impredecibles, Harrison, puede que le dé una oportunidad a Paul y sea yo quien termine perdiendo.
Harrison palmeó el hombro de Patrick.
—Nunca te he visto perder, querido amigo.
—Siempre habrá una primera vez —refutó Patrick, avanzando dos pasos para dirigirse al ascensor.
Harrison prefirió no insistir y caminó a su lado en completo silencio. El ascensor descendió hasta el área del casino, un servicio adicional del hotel Spencer-Imperial. Algo que él había implementado luego de discutir con sus padres; pero finalmente, se había salido con la suya, no sin tener que prometer no caer en el vicio de las apuestas…
Lo primero que Patrick miró al bajar, fue a Paul, el hombre tenía unos veinticinco años, no le calculaba menos, tal vez uno o dos años más. Estaba jugado en la mesa de Ray, uno de los pocos hombres a lo que Patrick odiaba. El ex de su novia…
—Señores —dijo al acercarse a la mesa. Patrick cerró la mano en puño de acero, Paul tenía dinero suficiente como para entretenerse por unas cuantas horas…
—¡Patrick! —exclamó Ray, parecía complacido de verlo—. ¿Qué milagro hizo que te dignaras a bajar al inframundo? —le preguntó con malicia en la voz.
Patrick presionó su mandíbula con fuerza.
—No suelo venir por nada, ni por nadie; pero hoy estoy haciendo una excepción. El señor Summers no puede estar aquí.
—¿Por qué? —cuestionó Ray, retando a Patrick con la mirada.
—Su deuda no se lo permite —espetó sin darle mayor explicación a Ray.
El hombre sonrió.
—Si es la deuda un problema, puedo hacerme cargo de ella —aseguró.
Patrick sonrió en respuesta, sus ojos relampaguearon.
—¿Estás dispuesto a pagar medio millón de dólares únicamente por llevarme la contraria? ¿Sientes necesidad de demostrar algo, Ray? —le cuestionó Patrick sin borrar su sonrisa.
Ray tragó, miró a Paul con cierto reproche. Él no le había mencionado que su deuda era tan grande. Tenía el dinero, pero ni loco se gastaría medio millón en un tipo que no conocía solo por fastidiar a Patrick. No era estúpido.
—Te concedo mi lugar —dijo, poniéndose de pie. Échalo de aquí si quieres, pero antes tienes que ganar. Si lo haces, pagaré ese medio millón —aseguró.
Ray estaba convencido de que Patrick no era un jugador, era el dueño, pero jamás lo había visto sentarse en una mesa de juego y eso que lo conocía desde hacía un buen tiempo.
—No tengo ninguna necesidad, de hacerlo.
—¿Tienes miedo, Ferreira? —lo retó con malicia—. ¿Tienes miedo de perder?
Patrick apretó los dientes, la mandíbula se le marcó y sus ojos brillaron con enojo.
—Apártate —gruño.
Harrison intentó detenerlo; sin embargo, no llegó a pronunciar ni media palabra, la mirada fría y furiosa de Patrick le hizo guardar silencio.
—Qué empiece el juego —se rio Ray, seguro de que iba a disfrutar la derrota de Patrick.
El juego dio inicio y Paul vio su oportunidad de ganar, no lo había hecho antes, pero estaba seguro de que Patrick no tenía ningún conocimiento en el juego, así que, apostó todo a una sola jugada.
Patrick vio la acción de Paul, como una medida desesperada. Apostarlo todo solo iba a precipitar las cosas, lo sabía.
—No hay razones para que insistas, Paul, es mejor que te vayas a casa —le sugirió Patrick, con intención de terminar la jugada.
—Voy a ganar y tú vas a perdonarme la deuda y, además, me permitirás la entrada —refutó el muchacho con determinación.
Patrick resopló.
—Renuncia, Paul —insistió.
—Estoy tan seguro de que ganaré —susurró.
—Ya no tienes nada que apostar, muchacho, vete a casa, ahora —insistió Patrick con voz cortante y fría.
—Te apostaré a mi hermana —respondió Paul sin más.
Harrison vio a Patrick, esperando que rechazara tan descabellada apuesta.
—¿Qué? —preguntó Patrick, desconcertado.
—Voy a apostarte a mi hermana, no perderé, te lo aseguro —insistió.
Patrick sintió unos deseos inmensos de asesinarlo allí mismo, sobre todo, porque Ray estaba muy pendiente del juego. El muy desgraciado parecía estar disfrutando la situación.
—Muestra tus cartas —pidió Patrick, aceptando la apuesta. Si Paul se atrevía a tanto, era porque estaba seguro de que iba a ganar, de lo contrario, solo era un idiota, dispuesto a todo por seguir con el juego.
—Vamos, muestra tu jugada —apoyó Ray, con impaciencia.
Paul asintió, la jugada era un póker de nueve, sonrió al ver el rostro descompuesto de Patrick.
—Es tu turno, a menos que tengas miedo de quedar en evidencia —se burló Ray.
Patrick lo miró con cara de pocos amigos, mientras su jugada fue quedando sobre la mesa.
—Escalera de color —susurró Patrick, con voz ahogada.
—Señor, felicidades —dijo la dealer de la mesa—. Usted gana…
Tanto Paul como Patrick palidecieron. Paul había perdido a su hermana en una apuesta y Patrick tenía un trofeo que no había buscado.
Meghan medio suspiró, medió gimió al sentir la suave caricia recorrer la piel de su espalda desnuda. Se movió inquieta y el vello de la nuca se le erizó cuando las sábanas fueron deslizándose del resto de su cuerpo.Era un nuevo día, un nuevo despertar y tenía la sensación de que no sería cualquier día, podía adivinarlo por el aroma impregnado en la habitación.—Feliz cumpleaños, mi amor —susurró Patrick, pegando los labios a la oreja de Meghan, enviando un escalofrío por todo su cuerpo.Meghan se estiró sobre la cama, se giró para quedar frente a Patrick, él gimió al ver su pecho desnudo, se inclinó sobre ella y le dio un corto beso.—Buenos días, cariño —la saludó, sin apartarse, acariciándole los labios.Ella tembló nuevamente, su cuerpo se tensó cuando la rosa se resbaló de su pecho a su vientre plano.—Buenos días, amor —jadeó ella con cierta dificultad, mirándolo con ojos brillantes y seductores.Patrick quería decirle tantas cosas, pero no encontraba las palabras precisas para
Meghan jamás imaginó que estaría en dos bodas en menos de tres meses, pero ahí estaba, sentada viendo cómo su hermano y su mejor amiga se casaban. Al principio, le había parecido demasiado apresurado y hasta le había preguntado a Daisy si sería tía en pocos meses, pero la respuesta de su amiga, la había sorprendido.No había bebé a bordo, pero sí una propuesta que ella no había podido rechazar. Los padres de Daisy los esperaban en España y ella no quería marcharse siendo la novia de Paul, pero sí lo haría, siendo su esposa.Meghan seguía pensando que todo era muy abrupto, pero ¿quién era ella para juzgarlos?—Con el poder que la ley me otorga, los declaro, marido y mujer —dijo el juez de paz.A diferencia de Kiara y Harrison, la boda de Paul y Daisy fue discreta, acompañados únicamente por la familia Ferreira.—Esto de las bodas parece una epidemia, solo espero que no vaya a contagiarte —musitó Mía, moviendo los pies con aburrimiento.Meghan le dedicó una mirada.—¿Crees que es una en
«Ray fue asesinado en su celda esta mañana.»El cuerpo de Meghan se estremeció ante la noticia, la mano de Patrick evitó que se levantara, su corazón estaba latiendo fuerte dentro de su pecho, tan fuerte, que parecía tener el corazón en las orejas. Ella no se alegraba por la muerte de ninguna persona, eso sería demasiado cruel; sin embargo, Ray no era cualquier persona y estando vivo, sería un peligro constante para Paul y para ella.—Meghan…—¿Estás seguro de que ha muerto? —su voz fue apenas audible para Patrick.—Mi padre y el abogado lo han confirmado, han estado toda la mañana averiguando que fue lo que pasó.—Crees que… ¿se trate de un asesinato?—Es lo que las autoridades tendrán que esclarecer. Ray no estaba solo en este negocio, y, posiblemente, temieron que hablara más de lo debido. Realmente, no lo sé… —respondió Patrick abrazándola.—Tengo miedo de que esto no termine aquí, Pat, y que nos convirtamos en un objetivo de…El dedo de Patrick la silenció.—Nada va a sucederte,
El ambiente de la habitación era embriagador, la luz de las velas le daban un toque romántico y el calor invitaba a dejarse llevar. Meghan tembló cuando Patrick abrió el cierre del vestido, sintió como la seda acariciaba su piel desnuda, hasta caer al piso, la sensación fue lenta y dolorosamente placentera.Meghan se humedeció los labios con la lengua haciendo que Patrick fijara la mirada en su boca.—Te necesito tanto como respirar —murmuró, cerrando la distancia entre los dos. Él enterró los dedos en los cabellos sueltos de Meghan y buscó su boca.El placer corrió como lengüetas de fuego cuando sus lenguas se encontraron. La dura erección de Patrick golpeó la pelvis de Meghan, estremeciéndola con anticipación. Ella se separó lo suficiente, sus manos fueron a los botones de la camisa de Patrick y con rapidez desabotonó la prenda dejándola caer, sin apartar la mirada, ella volvió a acercarse y le devoró los labios con pasión.Un gemido erótico abandonó sus labios, el cuerpo de Me
«¡¿Voy a ser papá?!»El grito de Harrison hizo eco en toda la iglesia y más de una exclamación de sorpresa se hizo escuchar mientras los medios de comunicación aprovechaban para tener la nota exclusiva de la noticia.Entretanto, Ricardo se puso de pie como una flecha, miró a su esposa y tuvo intención de ir hasta su yerno e hija, pero la negación de Kate lo detuvo.—¿Lo sabías? —le preguntó, cuando ella se puso de pie y se paró a su lado.Kate asintió.—Nos hemos enterado poco antes de la ceremonia, ¿no es una gran noticia? —le preguntó con una sonrisa tatuada en el rostro.Ricardo miró a su hija y su sonrisa le decía lo inmensamente feliz que era.—¿Qué es lo que pretende Kiara? —preguntó—. Va a matarme de un infarto —añadió.Kate colocó la cabeza sobre el hombro de Ricardo.—Soy tan feliz, Ricardo. Una vez pensé que no podría darte hijos y tuvimos cuatro. Ahora nuestra hija llega al altar con bebé incluido, ¿no es eso un motivo de fiesta? —le cuestionó.—Se está casando hoy, Kate.—
Astrid suspiró y dejó el móvil sobre la mesa, miró con discreción la hora en su reloj de pulsera, todo para no pensar en la reciente foto publicada por uno de los diarios más importantes de Nueva York. Era Patrick besando a otra chica, no había tenido oportunidad de verle el rostro, pero podía imaginar de quien se trataba.—¿Estás bien?Astrid levantó la mirada para encontrarse con los ojos claros de Fabio, él se sentó a su lado y le dio un ligero apretón de mano.—¿Lo has visto? —preguntó para no responder. En ese momento, no sabía cómo se sentía en realidad.—Sí.Fabio apartó la mano cuando el mesero se acercó y preguntó si estaban listos para ordenar. Lo hicieron de manera rápida y unos minutos después, volvieron a quedar solos.—Astrid…—Estoy bien, Fabio. Me alegro saber que Patrick ha podido continuar con su vida, siendo sincera.—Pero tú estás enamorada de él.Ella sonrió.—Patrick fue muy importante en mi vida, Fabio, me dio una nueva oportunidad de volver a ser yo. Me hizo co
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