Aleyda no se quedó callada y también defendió su postura como esposa que en su momento fue abandonada.
—Ethan, tú te haces la víctima, pero, ¿te has puesto a pensar en lo que yo sufrí por tu ausencia?
¿Cómo crees que me sentí cuando vi en la televisión que te estabas casando?
Me dejaste al cuidado de tus amigos, ¿qué hubiera pasado si uno de ellos se hubiera enamorado de mí?
¿Pensaste en mí, mientras estabas dando el sí, en el altar?
Ella se muerde el labio con indignación. Lo observa con ojos llorosos y tristes.
—No es bueno que hayas aparecido de la nada cuando ya te he olvidado.
Ethan suspiró profundo.
—Lamento haber desenterrado tu doloroso pasado. Yo… ya no te molestaré más.
Después de su triste despedida, Ethan se dirigió a la salida. Pero unos brazos en su cintura lo hicieron detenerse.
Sintió sus ojos arder no lo podía creer, su amada se estaba aferrando a él y no estaba dispuesta a dejarlo ir de su casa ni de su vida.
—¿Te atreves a marcharte sin darme un último abrazo