Cierto día, Aleyda estaba terminando de hacer la cena cuando tocaron la puerta. Ella sintió temor de abrir, pero luego imaginó que Ethan había olvidado las llaves como sucedía en algunas ocasiones que, por ir tarde las olvidaba.
Y efectivamente, se trataba de él.
—Buenas tardes, cariño—. Saludó, dándole un beso en los labios como siempre.
Lo raro es que Ethan no reaccionó, prácticamente se quedó paralizado. Ella lo sintió extraño.
—¿Ha pasado algo, mi amor?—. preguntó ella.
—No pasa nada. Es solo que, tengo hambre… mucha hambre—. comentó él.
Aleyda sirvió la cena. Mientras comían él estuvo en silencio. Ella rompió el hielo y le preguntó que cómo le había ido en el trabajo.
Él le respondió que todo estaba bien, que no había de que preocuparse. Ella no quiso seguir preguntando, cenaron en silencio, estaba tan confundida y a la vez tan dolida, pues, cuando Ethan salió de casa llevaba un color de camisa distinto y ahora vuelve con otro tipo de ropa.
Ella presiente que la está engañando co