En Marabí, la celebración por el regreso de los príncipes seguía viva como un fuego encendido. Risas, danzas y música llenaban cada rincón del reino. El ambiente vibraba con alegría, con esperanza, con el renacer de una era. Pero nadie imaginaba que, justo en medio del júbilo, la oscuridad despertaría.Sin aviso previo, la barrera comenzó a resquebrajarse.Uno de los músicos, acostado cerca del límite mágico, se detuvo al ver cómo un líquido oscuro, espeso como tinta y ajeno a toda pureza marina, comenzaba a escurrirse por las paredes de coral. Su aliento se cortó. Los dedos que antes danzaban sobre las cuerdas ahora temblaban en silencio.Sus compañeros lo imitaron. La música se apagó.Y entonces, el grito rasgó el aire como una espada: —¡La barrera se ha roto!El clamor se esparció como pólvora. Donde antes hubo carcajadas, ahora solo había gritos. Gritos ahogados por el terror, por la desesperación de quienes veían cómo la sombra negra comenzaba a infiltrarse en su mundo.Marabí
Los otros reinos comenzaron a agitarse como un océano antes de la tormenta. Las órdenes se esparcieron como un eco oscuro que no dejaba espacio para la duda: Archer debía ser encontrado. Y castigado.En el corazón del reino de Clifford, el rey Tyler se alzaba como un titán implacable y su voz rompía el silencio como un trueno en lo profundo.— No permitiré que Archer se burle de nosotros. Él desató el caos, y el caos no quedará sin castigo. Sus palabras eran espadas. Cada sílaba pesaba como una condena.Frente a él, un batallón entero de guerreros esperaba en formación. Tridentes listos. Mandíbulas apretadas. Ninguno se atrevía a respirar más de lo necesario.—Erlys, alista tu escuadrón. Partirás junto a las fuerzas especiales de Paradise. Que no quede rincón sin rastrear. Que no quede sombra sin quebrar.Ella no respondió de inmediato.Su mirada cortó el aire con más filo que cualquier arma. Asintió lentamente, y aunque sus labios permanecieron sellados, su aura hablaba por ella. Osc
La batalla había comenzado. Frente a los colosales monstruos marinos, Argos, el rey de Marabí, no podía permanecer inmóvil. Ver a su hijo luchar solo removía algo profundo en su pecho. Quizás el verdadero enemigo también estaría fuera... pero su hijo estaba ahí, y eso era razón más que suficiente para tomar las armas y unirse a la cacería.Dante, al ver la firmeza en los ojos de su padre, no dudó en seguirlo. Luchar junto a Archer no era solo un deber, era un honor.—Por favor, tengan cuidado —la voz de Leila resonó como una orden disfrazada de súplica. No permitiría ni una sola pérdida más.Apenas cruzaron el umbral de la barrera protectora, las criaturas se lanzaron sobre ellos con furia. No hubo tiempo para cerrar el paso. En medio del caos, dos aletas rápidas como sombras se deslizaron por la grieta abierta. Para cuando el escudo fue restablecido, ya era demasiado tarde: un par de ojos afilados observaban desde el corazón mismo del reino de Marabí.— ¿Archer…? —la mirada cortante d
Se precipitaron hacia el interior, moviéndose con la agilidad que solo poseían los hijos del océano. Dante fue el primero en cruzar la entrada, tras él, Archer y Ermys se deslizaron como destellos azules, seguidos de cerca por Argos. Tyler y Brandon cerraron la formación, sus cuerpos cortando el agua con fuerza contenida.Apenas el último hubo pasado, Leila cerró la barrera de un golpe seco. Una de las bestias, en su ciego afán por atraparlos, impactó brutalmente contra la superficie invisible, emitiendo un rugido desgarrador, el choque fue brutal que estremeció a todo el pueblo de Marabí.Desde los escondites, los sirénidos de Marabí comenzaron a emerger, sus siluetas etéreas flotando hacia la plaza real. Bajo la luz verdosa que filtraban los corales, los reyes, que horas antes habían descendido con rostros endurecidos y lanzas listas, ahora permanecían en un silencio denso, casi reverente. La marea de hostilidad había cedido; en su lugar, un respeto forzado se impregnaba en cada burb
Los ojos de los presentes brillaron con una mezcla de asombro y curiosidad. Nunca antes habían presenciado la magia de la gran Maliza, una de las hechiceras más fuertes del océano. Su magia, distinta al de los sirénidos, emanaba una esencia única, pues en sus venas corría la sangre antigua de los elfos. Un poder que la hacía especial, temida, reverenciada. Los murmullos de incredulidad se deslizaban entre las aguas como corrientes invisibles, mientras todos aguardaban en silencio, expectantes.Con un suave movimiento de sus manos, Maliza desató la magia que llevaba en su interior. En un abrir y cerrar de ojos, un portal se abrió ante ellos, tan similar al que Archer, Dante y Alan habían presenciado en la tierra firme. El aire se cargó de una energía palpable, vibrante, como si el mar entero se hubiera estremecido.Los fragmentos del pasado comenzaron a bailar frente a sus ojos, etéreos y fugaces, revelando secretos guardados en las profundidades del océano. Archer, paralizado, observó,
Al ver la firmeza en los ojos de Archer, el rey Tyler asintió en silencio. Los reyes de Marabí no opusieron resistencia; sabían que había llegado el momento. Leila, su madre, también lo entendió. Archer ya no era el niño que una vez abrazó entre corales. Había sobrevivido lejos de casa, había regresado por voluntad propia... y ahora, ella creía con el alma que también volvería esta vez.—Preparen todo — ordenó con voz grave el rey Argos a sus hombres — Que los príncipes abandonen el mar sin obstáculos. Quiero cada zona despejada. Ninguna corriente debe interrumpir su paso.La orden se cumplió con rapidez, como si el mismo océano hubiese contenido la respiración.Archer y Ermys cruzaron la barrera marina, nadando hacia la superficie. Si mantenían el ritmo, llegarían en un par de horas a la isla de Nim, aquel lugar olvidado donde los reyes de Marabí alguna vez veranearon, mucho antes de que la maldición de Atargatis tiñera el mar de sombras. Ahora, esa mansión debía yacer silenciosa, cub
Archer también entró de inmediato, pues había sentido la misma mirada vigilante clavada en su espalda. No obstante, dentro de la mansión, sabían que estaban a salvo: aquella no era una simple construcción, sino una fortaleza encantada. Nadie que estuviera fuera podía poner un pie dentro de sus muros, no mientras Daki, la bestia marina que protegía el lugar siguiera viva. Su magia, ancestral y poderosa, era capaz de resguardar los cuatro pilares si llegaba a ser necesario.—¿Archer, crees que nos están vigilando? —la voz de Ermys se hizo presente.—Sentí una mirada clavada en nosotros, observando desde la oscuridad del bosque —respondió Archer, mientras su mirada se perdía por un instante en el vacío — Pero sea cual sea su intención, no podrá dar un solo paso dentro de esta mansión.—Está bien… — murmuró Ermys, dejando escapar un suspiro mientras la tensión abandonaba lentamente su cuerpo. Comenzó a caminar, dándole la espalda a Archer, cuando de pronto sintió como unos brazos fuertes
Después de lamer y chupar su venuda verga hasta quedar saciada, Ermys se puso de pie solo para encontrase con los ojos hambrientes de Archer… en ese momento, cargó a la sirena y la hizo sentar en la mesa más cercana que encontró, la recostó con mucha delicadeza, quedando sus piernas expuestas solo para él.Archer separó sus piernas para poder acariciar su clítoris, por su parte Ermys, le daba todo sin ocultar nada, después de todo, no era la primera vez que follaban a escondidas, en el pasado, Ermys era la mujer que Archer amaba hasta el día de hoy, y quien sabe, quizás hasta el final de sus días.El coño de Ermys estaba tan mojada que no necesitaba lubricante. — Sí... así... se siente tan bien... — Ermys gimió mientras Archer pasaba uno de sus dedos por sus pliegues húmedos haciendo que ella soltara otro gemido de placer, seguido de ello, introdujo uno de sus dedos en su apretado puzzy.Introdujo un segundo dedo solo para hacerla desear más, introduciendo así, un tercer dedo, al ve