Capítulo 98. Ella es dinamita encendida.
Izan
Ella sonrió, una sonrisa lenta y provocadora que me hizo hervir la sangre, como si poco le importaran mis palabras.
—¿Y qué harás, Armone? —ronroneó mi nombre—. ¿Me golpearás? ¿Me matarás? ¿O simplemente te quedarás ahí, temblando como un cachorro asustado?
No pude contenerme más. La tomé por la nuca y estrellé mis labios contra los suyos. Fue un beso violento, furioso, cargado de toda la tensión acumulada. Ella me respondió con la misma intensidad, sus uñas clavándose en mis hombros.
Sus labios sabían a vino tinto y venganza.
La llevé hasta el coche y la empujé contra la carrocería, sintiendo cómo su cuerpo se arqueaba contra el mío. No era un beso de amor. Era una batalla. Una lucha por el dominio donde ninguno quería ceder.
—Así que esto es lo que querías —gruñí contra su boca, mis manos atrapando sus muñecas contra el coche—. Jugar con fuego.
Verónica respondió mordiéndome el labio hasta sacar sangre.
—Yo no juego, Armone. —Su rodilla rozó, peligrosamente, mi entrepierna—. Yo