Capítulo 160. La última pieza.
Dominic
El mundo podía estar ardiendo afuera. Siberia, Moscú, San Petersburgo… nada tenía sentido mientras el rostro de Liliana volvía a aparecer en mi memoria.
Mi hermana.
La única que alguna vez fue mi refugio en un mundo donde el amor era una palabra prohibida. La única que me abrazaba cuando lloraba en silencio por mi madre y papá solo se emborrachaba de poder y de rabia.
Tenía ocho años cuando la vi por primera vez interponerse entre nosotros cuando me iba a golpear.
—¡Déjalo! ¡No le hagas daño! —gritó Liliana, con la voz temblorosa, pero el alma firme.
Yo estaba en el suelo. La mejilla marcada, el labio sangrando. Mi padre me había lanzado contra la pared por derramar una copa de whisky sobre sus papeles.
Y entonces apareció ella.
Liliana.
Con delgada figura, con la rabia contenida en los ojos de una joven que había visto demasiado para su edad.
Se plantó entre nosotros como si midiera dos metros, como si el miedo no existiera.
Él levantó la mano para callarla, para enseñarle su