Cap. 77. La furia de Leonardo.
Narrador omnisciente:
Leonardo entró a la casa tambaleándose, con la camisa arrugada, la corbata deshecha y el aliento impregnado de un fuerte olor a alcohol barato.
La puerta se cerró de un portazo tan violento que el eco resonó por todo el apartamento como un trueno inesperado.
En la sala, Marina estaba recostada en el sofá, con una pierna cruzada con elegancia despreocupada sobre la otra y el control remoto entre los dedos. Ni siquiera se inmutó al verlo entrar; su rostro permaneció impasible, como si lo hubiera estado esperando.
Lucía, en cambio, que se encontraba en la cocina peleando con una olla de arroz que se le pegaba en el fondo, salió al pasillo apresurada al oír el estruendo.
Su rostro se iluminó momentáneamente con alivio; pues Leonardo llevaba dos días sin aparecer, y ese silencio comenzaba a pesarle como una premonición oscura.
—¡Mira lo que me han hecho! —gritó Leonardo de pronto, señalándolas con un dedo tembloroso.
Lucía se quedó paralizada. Un escalofrío le recor