Cap. 36. Una disculpa a la fuerza.

Narrador omnisciente.

Maite intentó apartar a Gianna de Aris, pero la niña se aferró con más fuerza a él y comenzó a sollozar.

—¡Déjame curarlo con mi abrazo!—suplicó entre lágrimas.

Aris sintió un inusual calor en el pecho. Lejos de molestarle los llantos infantiles, le resultaba fascinante la idea de que fueran los propios niños quienes obligaran a Maite a ceder.

Sonrió, envolviendo a Gianna en un abrazo protector y susurrándole: —Si tú quieres, puedo quedarme toda la noche… pero Maite no me dejará.

La niña alzó el rostro con determinación y miró a su madre.

—Mami, Aris debe quedarse porque está lastimado. No puede irse sin que le pidas perdón por pegarle.

La sonrisa de Aris se ensanchó con un brillo triunfal.

Maite apretó la mandíbula y alzó la mano en un amago de nuevo golpe, pero antes de que pudiera hacer algo, Gael se acercó con cautela desde su rincón apartado.

—No debes abrazar a un extraño, Gianna—le advirtió con su pequeña pero solemne voz.

Aris le sostuvo la mirada. En e
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