CAPÍTULO 26 – En la mira
Atuel, el mayor de los hermanos, avanzaba al frente con paso firme. A su lado, Yvyra —el segundo en la línea de sangre— lo seguía con los sentidos agudizados. El viento soplaba y traía consigo un aroma extraño que no pertenecía a la manada.
Atuel se detuvo de golpe, alzando la mano.
— ¿Sientes lo mismo que yo? —preguntó con el ceño fruncido.
Yvyra olfateó el aire. Su expresión se endureció.
— Sí. No es de los nuestros… y tampoco es del bosque. Hay algo fuera de lugar.
— Alguien nos estuvo observando —murmuró Atuel, con los colmillos apenas asomando bajo sus labios.
El silencio se extendió unos segundos, tenso, hasta que ambos giraron la mirada hacia el este, donde el olor se volvía más fuerte.
— Busquemos hasta donde nos lleve el rastro —dijo Atuel.
— Probablemente esté fuera de los límites —advirtió Yvyra—. Si es así, debemos avisar a padre.
Atuel negó con un leve movimiento de cabeza.
— No hay tiempo. Si esperamos más, el rastro se perderá.
Yvyra frunció