CAPÍTULO 22 – Patrullaje entre hermanos
Cuatro figuras recorrían los límites del territorio Rukawe en silencio. Sus pasos eran sigilosos, sus sentidos alertas. Eran los hermanos Atuel, Tupã, Aña y Tao —los hijos del alfa Iker y Arasy—, cumpliendo la nueva orden de patrullar en grupos de cuatro. Una precaución que, aunque no se explicaba en voz alta, todos comprendían: el peligro se acercaba.
Atuel, el mayor, caminaba al frente. Su postura erguida y su mirada firme lo delataban como un líder nato, el heredero natural de su padre. Detrás de él iba Aña, ágil y observador, con el oído más fino de todos. Sus habilidades para la caza siempre eran útiles para los rastrillajes. Tupã y Tao cerraban la formación, intercambiando miradas silenciosas mientras se deslizaban entre los arbustos.
El silencio se rompió cuando Atuel habló, sin girarse.
— Padre no habría dado esta orden si no creyera que estamos en verdadero peligro.
Aña levantó la vista hacia él.
— ¿A qué te refieres exactamente, Atuel?