༻ 3 SEMANAS DESPUÉS ༺
Al bajar del auto, la primera acción de Thalia es correr a los brazos de su nana, y es que, como ocurre siempre que regresa de un viaje largo, Bianca se encuentra a las puertas de la lujosa mansión esperando por ella.
Tan pronto como se encuentra con la tibieza de su abrazo, la rubia puede sentir como su cuerpo se relaja, se siente en casa.
—Te extrañé demasiado, nana —asegura una vez que se separa del abrazo.
—Yo también te extrañé demasiado mi niña —son las dulces palabras de la mujer mientras deja una caricia en la mejilla de la menor—. Me preocupé cuando Alessandro dijo que te uniste a tus compañeros en el viaje. Pensé que habías dicho que no te interesaba.
Las cejas de Thalia se levantan en un movimiento suave y rápido antes de que una sonrisa ligeramente amarga se dibuje en sus labios.
—Digamos que, es un poco complicado —es su simple respuesta, lo último que quiere es comenzar a contar todo lo ocurrido y preocupar a la mujer.
Pero, antes de que alguna pueda decir algo más ninguna dice nada más, su conversación se corta cuando el sonido del portón de la casa se deja escuchar al tiempo que se abre y da paso a un auto que ambas reconocen de inmediato. Cuando el Audi blanco se detiene frente a la entrada de la casa, Thalia y Bianca ven como el chofer baja y manteniendo una postura elegante, se apresura en abrir la puerta trasera, un instante después, la imponente figura de Donatella se hace presente.
Ante la presencia de su madre, la postura se Thalia se torna ligeramente más recta y su sonrisa deja de ser tan pronunciada para volverse una más formal.
Mientras sube la breve escalinata de la entrada, Donatella comienza a quitar sus guantes al tiempo que mantiene su mirada fija en su hija, escaneándola de arriba abajo. Cuando finalmente se detiene frente a ella, guarda sus guantes en su cartera antes de hablar.
—¿Cuándo llegaste? —es su pregunta, seca y directa.
—Acabo de hacerlo —responde utilizando el mismo tono de Donatella. La única respuesta que recibe de su madre es un ligero asentimiento.
—Bianca, ven conmigo —dice mientras comienza a caminar al interior, pero antes de terminar de ingresa, se detiene y gira su rostro lo suficiente para ver a Thalia—. Aséate y reúnete conmigo en el despacho, tenemos un tema del que hablar.
༻ O ༺
Dejándose caen en la cama, Thalia se toma un momento para respirar profundamente y cerrar sus ojos mientras se permite estar en calma. Calma que se corta en el momento que su teléfono comienza a sonar anunciando una llamada. Al reconocer el sonido de identificación, deja salir un bufido y extendiendo su mano, toma el aparato y corta la llamada, pero no tarda mucho antes de que este vuelva a sonar.
—Idiota —afirma mientras abre el teléfono y retira el sim, totalmente negada a entrar en una espiral de llamadas y cortes.
—Aun no diga nada, pero tú me insultas tan pronto como llegas —son las palabras del recién llegado.
Levanto apenas su cuerpo de la cama, Thalia ve a Alessandro de pie en el marco de la puerta, la sonrisa en su rostro se dibuja al segundo de ver al idiota de su hermanito.
Alessandro le regresa la sonrisa y entra en el cuarto al tiempo que cierra la puerta tras de él. Dejándose caer en la cama a su lado, no tarda en abrazarla.
—¿Esta es tu forma de decirme que me extrañaste? —pregunta mientras se acomoda mejor entre los brazos de su hermano.
Alessandro no responde, simplemente se mantiene en silencio y la abraza con un poco más de fuerza antes de dejar un beso sobre su frente, ambos quedándose en un silencio largo y cómodo
—Espero haber dejado su cara más partida de lo que él dejó tu corazón —son las suaves palabras de Alessandro después de un rato.
—¿De qué estás hablando? —pregunta mientras se separa del abrazo de su hermano para poder verlo mejor, pero cuando esta aparta su mirada, Thalia rápidamente entiende—. ¿Qué hiciste, idiota?
—Él vino a buscarme a la universidad, me contó lo ocurrido y me pidió que hablara contigo —responde con total desprecio en su voz—. ¿Qué mierdas se supone que esperaba yo hablara contigo? Te engaño ¿eso puede justificarte?
—En su mente sí, puede encontrar diferentes maneras de justificarse.
—Para empezar ¿Qué diablos le viste a ese imbécil?
Thalia guarda un momento de silencio y luego vuelve a recostarse contra el cuerpo del menor antes de responder.
—¿No lo sabías? Soy un asco eligiendo a los hombres. Creo que el trio de idiotas que tengo por ex son la mejor prueba de ello
Y nuevamente el silencio, solo que este comienza a tornarse incómodo. No queriendo permitir que eso ocurra, Alessandro suelta uno de sus brazos del abrazo y lleva su mano a la húmeda cabella de su hermana y comienza a novela para poder embrujar su cabello, recibiendo de inmediato las quejas de Thalia.
La rubia se separa del abrazo totalmente y tomando y su almohada, comienza a golpear a su hermano mientras deja que las risas escapen de sus labios al tiempo que Alessandro se cubre como bien puede.
—Thalia —llama Bianca desde afuera mientras deja un suave toque sobre la puerta—. Donatella dice que te apresures.
Y la mención de su madre detiene las acciones de ambos en seco, viéndose fijamente, es Thalia quien se mueve primero y da un almohadazo al rostro de su hermano y se levanta rápidamente para salir de la habitación. Al ver a Bianca se esconde detrás de ella.
—Pero ¿qué están haciendo? —pregunta la mayor mientras deja salir una baja risa al tiempo que es usada como escudo.
—Alessandro quiere pegarme —inculpa, aun sin poder parar de reír.
—Ella me golpeo con la almohada —rebate el rubio mientras sale de la habitación.
Bianca deja escapar una carcajada al queda en medio de un falso forcejeo por parte de los menores.
—Bueno, bueno, ya —dice mientras detiene a Alessandro de jalar a Thalia—. Ve rápido, sabes cómo se pone Donatella.
Thalia aprovecha las palabras de Bianca para alejarse con paso presuroso mientras suelta una risa burlona hacia su hermano. Pero se detiene al borde de la escalera al escucharlo.
—Thalia —llama Alessandro mientras abraza a Bianca—. El próximo será el correcto.
—No gracias, ya he tirado esa toalla.
Y sin decir nada más, baja las escaleras mientras se arregla el cabello, no quiere quejas de Donatella sobre su presencia y estado.
Al llegar ante la puerta del despacho toca la puerta e ingresa al recibir la voz de paso.
—¿Pasó algo? —pregunta mientras entra en la oficina y toma asiento en la silla frente al escritorio.
—Sí, después de tu escape sin aviso, decidí hacer algunos cambios con el personal de seguridad, así que te contraté un nuevo guardaespaldas.
—¡¿Qué?! —pregunta con su vos llena de incredulidad
Thalia frunce el ceño mientras observa a su madre. Sus ojos destellan con molestia mientras alega en voz un tanto más alta.
—No necesito un jodido niñero, Donatella. Puedo cuidarme sola.
Donatella, sentada con la espalda recta y su habitual semblante sereno y frío, apenas reacciona a la queja de su hija. Sus dedos se entrelazan sobre el escritorio mientras la mira fijamente, con una calma y soberbia que exaspera aún más a Thalia.
—No recuerdo estar pidiendo tu opinión —responde con su característico tono imperturbable—. Solo te estoy avisando que tendrás un nuevo escolta.
Thalia suelta un pesado suspiro, irritada por la intransigencia de su madre. Odia profundamente sentirse controlada, y cada estúpido escolta que Donatella le asigna solo está allí para controlarla y decirle a su madre hasta el segundo exacto en que está comiendo. Sabe que este nuevo títere de Donatella no será diferente.
Justo en ese momento, una firme serie de golpes suena en la puerta de la oficina. Donatella, sin apartar la vista de su hija, dice con autoridad:
—Adelante.
Thalia, resignada, se gira para ver quién es el nuevo —niñero/titere— que su madre insiste en ponerle. Su expresión de fastidio se congela cuando la puerta se abre y la figura del hombre que entra se materializa ante sus ojos. No puede evitar que la sorpresa se refleje en su rostro. Es él, el mismo hombre que tres meses atrás se atrevió a romper el cheque que ella le había ofrecido.
Leonardo entra en la oficina con paso firme, su presencia llenando la habitación de inmediato. Sus ojos, aún más intensos de lo que recuerda, se encuentran con los de Thalia, y una chispa de reconocimiento pasa entre ellos. Pero Leonardo no muestra ninguna sorpresa; parece totalmente impasible, como si la presencia de la rubia no valiera nada.
—Señora Bianchi —saluda con una leve inclinación de cabeza hacia Donatella, manteniendo un tono profesional y respetuoso. Luego, sus ojos se posan brevemente en Thalia, sin rastro alguno de reconocimiento de su última interacción—. Estoy aquí para comenzar mis funciones.
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