El amanecer bañó el departamento de Marco con una luz fría que no logró disipar la tensión que se respiraba en el ambiente.
La noche había sellado una tregua inestable entre Álvaro y Marianna, pero ahora todos, unidos por un propósito común, se movían con la precisión silenciosa de quienes preparan una emboscada definitiva.
El aroma del café fuerte llenaba la estancia, mezclándose con el peso de la estrategia que se ultimaba.
Daniel, aprovechando sus contactos en la sombra, había conseguido lo imposible: imágenes nítidas y copias digitales de todos los documentos de la caja de seguridad del Club La Montaña.
Las pruebas eran un castillo de naipes listo para derrumbarse sobre Fernando: facturas falsas con su sello, transferencias a paraísos fiscales rastreables hasta sus empresas pantalla y, la pieza maestra, un informe toxicológico que detallaba la administración de digoxina en dosis letales y adulteradas, sustancia de la que solo él tenía acceso en los laboratorios de la clínica y