En la sala principal de la catedral, todos los sacerdotes se reunieron aquella mañana a primera hora, el obispo se hacía esperar tal como era su costumbre, un aproximado de veinte sacerdotes se sentaron él sala, un leve murmullo se oía en la habitación, todos hablaban en baja voz dentro de la sala, —así que obispo tarda, dijo uno de los sacerdotes,
—es posible que su señoría, no haya podido levantarse, el peso de su propia alma le hace incapaz, para este servicio, rio otro sacerdote, que irrumpió de forma burlesca.
Una risita burlesca se oyó entre los presentes, —está claro que Dios se provee de los mejores hombres para darles su mejor posición, llevando así el triunfo de la santa sede a su victoria, continuo el sacerdote de forma irónica, y con un tono en extremo despectivo, un silencio seco siguió en la habitación, pasos pesados se oían en las afueras de la sala, —con ese peso, creo que hasta el infierno se oyen los pasos del obispo, siguió el sacerdote que se burlaba abiertamente.