Hay una calma cruel después de una tormenta.
No la paz, no. La calma. Esa que se siente como un eco constante de lo que se rompió. Como si el universo respirara hondo justo antes de que todo se desmorone por completo… o vuelva a construirse desde cero.
Han pasado tres días.
Setenta y dos horas.
Cuatro mil trescientos veinte minutos.
Y todavía no sé si quiero volver a su lado… o seguir corriendo en dirección contraria.
Enrico no me ha llamado.
Ni un solo mensaje, ni una maldita señal de humo. Pero lo conozco. Eso no signif