Dicen que cuando cruzas una línea, ya no puedes regresar. Que hay decisiones que marcan tu alma como una cicatriz, y aunque intentes ignorarla, siempre estará ahí… recordándote lo que perdiste, lo que elegiste, lo que te atreviste a sentir.
Estoy sentada en la orilla de la cama, descalza, con las piernas abrazadas contra mi pecho, mientras el amanecer filtra su luz dorada por las persianas medio abiertas. La habitación aún huele a él. A nosotros. A decisiones tomadas entre susurros y desesperación.
No dormí. No pude. ¿Cómo se supone que uno duerme cuando el corazón y la cabeza están en guerra constante?
Enrico sigue dormido. Su respiración profunda y rítmica es lo único