Hoy me he despertado con una sensación extraña en el estómago. No es miedo, ni ansiedad; es algo diferente, algo que no reconozco del todo. Tal vez es el vacío que queda cuando finalmente enfrentas lo que has estado evitando durante tanto tiempo. O, tal vez, es el peso de la decisión que ya he tomado, aunque no haya sido completamente consciente de ello hasta este preciso momento.
La relación con Enrico ha evolucionado tanto que ya no sé dónde comienza él y dónde termino yo. La línea entre lo que soy y lo que somos juntos se ha difuminado. Cada vez que estoy con él, me siento menos como la Sofía que era al principio, y más como alguien nueva, alguien que, aunque no ha dejado de luchar, está aprendiendo a rendirse, a aceptar lo que tiene frente a ella.