29. CONFUSIÓN
LIAM
No pude dormir.
El recuerdo de esa noche —la voz dulce de Lizzy, el vapor del té, sus ojos brillando a la luz de la luna— seguía dándome vueltas en la cabeza.
No debería pensar en ella, no así.
Mi mente me dice Margareth, pero mi cuerpo, mis pensamientos... no obedecen.
Cierro los ojos e intento recordar a la verdadera.
Margareth, altiva, de palabras medidas y mirada orgullosa.
La que me retó, la que ocultaba algo detrás de cada palabra.
Esa mujer me fascinaba.
Y, sin embargo, cuando trato de ver su rostro, aparece otro:
la sonrisa cálida de Lizzy.
Su voz temblorosa cuando me dijo que su hermana no acudiría.
Su gesto amable al ofrecerme el té, sus dedos rozando apenas mi mano.
Respiro hondo.
No tiene sentido.
Quizá sea cansancio.
Quizá el peso de tantas formalidades, de tantos compromisos falsos.
Pero... siento algo distinto.
No es deseo ni admiración, sino una especie de calma.
Me levanto, cruzo la habitación y abro las cortinas.
El amanecer tiñe el horizonte con un leve matiz d