El Latido del Imperio
Isa Belmonte
El tiempo, como un río subterráneo, tallaba nuevos cauces en nuestras vidas. Alessandro, con sus dieciocho meses, había comenzado a hablar. No con las frases simples y torpes de su hermana, sino con una precisión escalofriante. Sus palabras no nombraban solo objetos; describían relaciones, patrones, consecuencias. —Torre alta... viento... cae—, dijo una vez, observando la precaria construcción de bloques de Elena, que se derrumbó segundos después. No era una predicción, era una comprensión fundamental de la física y la probabilidad que dejaba un silencio cargado a su paso.
Mario había convertido el —rincón del taller— de Alessandro en el corazón operativo no declarado de nuestro mundo. Los planos ya no se dejaban cerca del bebé de manera casual. Ahora, Mario los presentaba deliberadamente, observando los pequeños gestos, las pausas, la elección de un juguete específico que, colocado sobre el papel, parecía señalar una solución o un peligro. Era un le