El Precio de la Tiranía
Isa Belmonte
El viaje de regreso desde Portofino fue la antítesis del vuelo tenso hacia Ginebra. Fue una quietud espesa, una paz forzada que pesaba más que cualquier tormenta. Yo estaba agotada, pero extrañamente serena. Había mirado al diablo a la cara y le había ofrecido un trato que no podía rechazar.
Mario me observó durante todo el vuelo. No con admiración, sino con la cautela de un hombre que ve cómo su arma más hermosa se vuelve demasiado afilada.
—¿Estás segura de que el chantaje de Puglla funcionará, Isa? —me preguntó, su voz resonando en el silencio del jet.
—El escándalo es lo único que él no puede soportar —respondí, cerrando los ojos contra la luz del atardecer sobre el Tirreno. —Su poder reside en la ilusión de la pureza ancestral. Un intento de asesinato en Ginebra es un crimen; la masacre de 1908 es una mancha fundacional, una traición a la nobleza que tanto predica. Él no se arriesgará a que el mundo vea que su imperio se construyó sobre el lod