Capítulo treinta y nueve. Guerra declarada.

El día siguiente amaneció con un cielo plomizo y una humedad densa que parecía presagiar tormenta. Nicole despertó sola en la cama. El reloj marcaba las siete y media, y Millie aún dormía profundamente en su habitación. El penthouse estaba en silencio, pero el aroma del café recién hecho flotaba en el aire.

Se colocó una bata y salió al salón. Kyan estaba de pie frente a la isla de la cocina, el móvil en una mano y una carpeta abierta sobre el mármol. Vestía una camisa blanca arremangada hasta los codos, y su expresión era tan afilada como las sombras bajo sus ojos.

—¿Desde qué hora estás despierto? —preguntó ella con voz baja, acercándose.

—No dormí. —Kyan no alzó la mirada de los documentos—. Recibí esto a las cuatro de la mañana.

Nicole tomó la carpeta con cautela. Reconoció el membrete de Byron Corp y el sello del comité legal. Sus ojos volaron por las líneas subrayadas con marcador rojo. Demandas. Citaciones. Clausulas de confidencialid