Capítulo 29.
POV– MILA.
Estábamos a punto de irnos. Mis mejillas dolían de tanto sostener esa sonrisa falsa, y Nicolás, rígido a mi lado, parecía cada vez más incómodo, como un lobo atrapado en un corral lleno de hienas. Había sido suficiente. Ya no quedaba nada que ver ni escuchar en esa jaula de cristal.
Pero entonces llegaron las copas de champaña, burbujeantes, relucientes bajo las lámparas de cristal. Los meseros las repartieron con la ceremonia de un ritual antiguo, y en medio del murmullo, Lola alzó la suya.
—Un brindis —anunció con voz firme, que resonó en todo el salón—. En honor a la nueva dueña…
Se detuvo un segundo, giró hacia mí y, con esa sonrisa cruel que conocía demasiado bien, añadió:
—…la sustituta barata. Porque, aunque te vistas mejor, Mila, nunca dejarás de ser mi sombra.
Un silencio denso se apoderó del lugar antes de romperse en carcajadas dispersas. Algunos reían abiertamente, disfrutando del veneno; otros desviaban la mirada, demasiado cobardes para elegir un bando. Sentí