Capítulo 102.

Eran las 3:47 de la madrugada cuando Nicolás recibió la alerta. Camil estaba frente a los monitores, los ojos fijos en los puntos rojos del mapa digital.

—Salió —dijo sin apartar la vista—. Hay dos señales en movimiento. Javier y Mila.

Nicolás se levantó del sillón y caminó directo al armario donde guardaba el chaleco táctico y el arma.

—¿Por dónde?

—Por la carretera vieja del norte. Si seguimos la ruta de peaje, los alcanzamos antes de que amanezca.

—Entonces nos movemos —ordenó.

En el exterior del santuario esperaban cuatro camionetas negras. Los hombres revisaban armas y radios, listos para salir. Camil subió a la primera, al lado de Nicolás.

—No hay margen de error —dijo él mientras encendía el motor—. Hoy termina todo.

El convoy avanzó en silencio por la autopista desierta. No había música, ni conversación, solo el rugido de los motores. Nicolás fumaba mirando la oscuridad del horizonte. Habían pasado meses desde el secuestro, meses de rastreos fallidos, noches sin sueño y promes
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