La mano de Kira se movió apenas, un reflejo sutil que Julian sintió como una descarga eléctrica recorriéndole el brazo. Había estado observándola por lo que parecían horas, esperando cualquier señal de que iba a despertar.
Abrió los ojos lentamente, como si le pesaran toneladas. La luz tenue de la habitación le obligó a parpadear varias veces antes de enfocar. Lo primero que vio fue a Julian, inclinado hacia ella, con esa mezcla de alivio y angustia grabada en el rostro.
—Julian… —su voz era un susurro quebrado, como si tuviera miedo de que hablar muy alto pudiera romper algo dentro de ella.
Él apretó su mano, inclinándose lo suficiente para que su frente casi rozara la de ella.