Mundo ficciónIniciar sesiónEl penthouse estaba tan quieto que el sonido del reloj de pared parecía un arma cargada. Desde el ventanal, la ciudad ardía con su neón azul, indiferente. Sobre la mesa principal —mármol gris veteado, luces indirectas cayendo en ángulo— había papeles, copias notariales y una cafetera francesa que nadie tocaba.
Martha Blackthorne fue la primera en sentarse.
William llegó detrás de ella. El bastón golpeó el suelo con un sonido seco que hizo vibrar el aire.







