Mundo de ficçãoIniciar sessãoEl penthouse respiraba como una casa que ha aprendido a no hacer ruido: cerrada por dentro, alerta, con las luces atenuadas para no atraer presencias. Desde la ventana se veía la ciudad como un tablero donde alguien movía fichas invisibles. El reloj de la cocina marcaba las 08:12 con una serenidad que no tenía nada que ver con los cuerpos que se movían adentro.
Martha estaba en la cocina.
Era una imagen que había sido constante toda la vida: jersey claro, puños impecables, reloj pequeño de oro viejo —herencia de su madre—, el pelo recogido con una disciplina elegante que no admitía sobresaltos. Preparaba té con su precisión de siempre: hoja medida, agua a la temperatura exacta, cucharilla al lado derecho del platillo, paño doblado en ángulo perfecto. La normalidad era su







