Mundo de ficçãoIniciar sessãoLa noche bajó como una cortina pesada. La ciudad era un acuario de luces; el penthouse, una pecera quieta. Desde el cuarto de Damian se oía un motor pequeño: el humidificador roncaba como un gato y hacía que el aire oliera a limpio. Kira cerró suavemente la puerta del vestidor y volvió a la cama descalza, con ese andar que no pisa sino flota. Julian seguía sentado al borde, las manos juntas, los codos en las rodillas, mirando el suelo como si fuera un mapa que a ratos entiende y a ratos no.
—¿En qué estás? —preguntó Kira, sin suavizarlo demasiado.
—En la palabra “heredero” —dijo, con una sonrisa sin comisura—. Suena a traje que no me queda. Y a la vez… a algo que sí. No sé si es la mesa o el apellido. O tú.







