Luca
Las sombras de la noche caían pesadas sobre la mansión. Caminaba por los pasillos con el peso de lo que me había dicho mi superior, la orden que ahora me atormentaba como una cicatriz. Ayudar a Bianca… pero ¿a qué precio? La palabra "traición" resonaba en mi cabeza, repitiéndose una y otra vez, como una advertencia cruel.
La mujer a la que había jurado proteger con mi vida, ahora era la líder de la familia Moretti, y todo lo que había conocido sobre lealtad y deber se veía diluido por el resplandor de una atracción que no debía sentir. El deber me había guiado durante años, mi vida estaba dedicada a la familia y a mi juramento. Pero ella… Bianca, con su presencia tan poderosa, había comenzado a desdibujar las líneas entre lo correcto y lo que mi corazón deseaba.
"Protege a Bianca", había dicho el Don, su voz grave y cortante como siempre. Pero ahora la orden era diferente. No era solo protegerla, sino manipularla, asegurarse de que sus decisiones favorecieran a la familia… y a mí.
Mi mandíbula se tensó mientras pensaba en lo que estaba por hacer. Tenía que ir contra todo lo que había jurado, contra todo lo que creía justo, solo para asegurar mi lugar en un mundo que nunca había sido amable. Y sin embargo, mientras me preparaba para cumplir con esta orden, algo en mi interior se rebelaba. ¿Era la ambición lo que me movía? ¿O era el deseo de tenerla, de sentirla más cerca de lo que nunca había osado soñar?
Había algo en ella, en su determinación, que me atraía de una forma que no podía ignorar. Había visto cómo luchaba por el poder, cómo se deshacía de las dudas con la misma facilidad con la que alguien despeja una habitación oscura con una sola chispa de luz. Ella era la reina que había nacido para serlo, aunque todavía no se diera cuenta de lo que su poder realmente significaba. Y yo estaba en el centro de ese caos, atrapado entre el amor no correspondido y las órdenes de la familia.
Mi mano rozó el teléfono en mi bolsillo, la línea directa con mi superior. La tentación de llamarlo y rechazar la orden era fuerte, pero no podía. No si quería seguir siendo parte de este mundo. No si quería seguir protegiendo a Bianca.
El sonido de unos pasos me hizo girar. Era ella. Bianca. Con su presencia indomable, caminando por el pasillo como si el peso de todo el imperio no fuera nada para ella. Su mirada se encontró con la mía, y en ese instante sentí la conexión, la tensión de todo lo que no se había dicho.
"¿Cómo te sientes, Luca?", su voz era suave, pero con una dureza que desmentía su tono. Sabía lo que estaba pasando por mi cabeza, lo veía en mis ojos. No hacía falta decir nada. Ella lo sabía. El silencio entre nosotros era más pesado que cualquier palabra.
Me acerqué, mis pasos firmes, y me detuve justo frente a ella. Sus ojos, tan intensos como siempre, se clavaron en los míos. Sentí una punzada de deseo, pero también de miedo. Lo que estaba a punto de hacer podía cambiar todo lo que conocíamos.
"Bianca", susurré, mi voz ronca por la lucha interna. "Tengo que hacer esto. Sabes que no hay otra opción."
Ella se mantuvo en silencio por un momento, como si estuviera evaluando cada palabra, cada acción. Finalmente, su expresión se suavizó, pero no había dulzura en sus ojos. Solo una determinación feroz.
"Lo sé", dijo, su voz firme. "Pero también sabes que si te alejas de esto, no solo estarás traicionando a la familia. Te estarías traicionando a ti mismo."
Las palabras de Bianca calaron hondo, como un recordatorio de lo que estaba en juego. Sabía lo que esperaba de mí, lo que necesitaba de mí. Pero también sabía que mi lealtad hacia ella era más compleja que cualquier orden que pudiera recibir.
Me agaché un poco, acercándome a ella más de lo que debería, más de lo que el deber me permitía. El aire entre nosotros era denso, cargado de algo que no se podía nombrar. No podíamos ser más que lo que éramos en ese momento: una sombra del futuro que aún no sabíamos cómo enfrentar.
"Te protegeré", murmuré, sintiendo la necesidad de sellar nuestra conexión, aunque sabíamos que la línea entre protección y sumisión era fina. "Pero no quiero ser solo un guardia más. No para ti."
El silencio volvió a llenar la habitación, denso y pesado. Pero antes de que pudiera decir más, ella me interrumpió, su voz suave pero cortante.
"No hay espacio para eso, Luca. Hay espacio para la lealtad, solo para eso."
Sus palabras me calaron como un puñal. Lealtad. Lo había escuchado tantas veces antes. Pero ahora, cuando me miraba a los ojos, algo había cambiado. Yo no era solo su guardaespaldas. Nunca lo había sido. Y ella lo sabía.
Era un precio demasiado alto el que me pedían, pero estaba dispuesto a pagarlo. No solo por el poder, sino por ella. Si había algo que sabía, es que cuando Bianca Moretti estaba involucrada, no podía dejar de seguirla.