BIANCA
El amanecer se filtraba por las cortinas de seda cuando abrí los ojos. Un brazo fuerte rodeaba mi cintura, y el calor de otro cuerpo se fundía con el mío bajo las sábanas. No necesitaba girarme para saber que era Luca quien dormía a mi lado, su respiración acompasada rozando mi nuca.
Me quedé inmóvil, asimilando lo que había ocurrido entre nosotros. No había sido solo sexo; había sido una rendición. Una capitulación ante algo que llevaba demasiado tiempo negando. Observé cómo la luz dorada dibujaba patrones en la pared frente a mí, mientras los recuerdos de la noche anterior se reproducían en mi mente con una claridad dolorosa.
Sus manos sobre mi piel. Sus labios recorriendo cada centímetro de mi cuerpo. La forma en que había susurrado mi nombre, no como una orden o una amenaza, sino como una plegaria. Y yo, que había jurado no volver a entregarme a nadie después de Alessandro, había caído rendida ante el hombre que representaba mi mayor debilidad.
Con cuidado, me giré para obs