—Fui diagnosticado siendo muy joven, cuando mi padre todavía vivía y él y mi madre decidieron que no lo compartirían con nadie, ni siquiera con Ettore. Salvatore fue asignado a mi protección personal, pero sobre todo, para que actuara como enfermera y me cuidara y me obligara a aplicarme la insulina, puesto que al principio rechacé el diagnóstico, era un joven guapo, le envidia de todos mis amigos y de la escuela, hijo de una de las familias más importantes de la ciudad y de región y no quería parecer débil.
Rocco se vuelve en la cama y se queda mirándola y toma su mano, mientras Caterina le devuelve la mirada con atención.
—Mi enfermedad es un secreto, porque mi padre pensaba que si era de conocimiento público,