Paolo conduce deprisa; lograron sacar de la villa Ruggieri a la madre de su jefe y la enviaron a una casa de seguridad, pero don Gianluca se empeñó en hacer la entrega y recibir el dinero de esta él mismo, lo cual entiende y de alguna forma le facilita el trabajo y cumplir lo que desde el principio debía hacer.
En ese momento, no es fácil para el jefe acceder a sus cuentas y mucho menos a las caletas donde tiene dinero escondido, pero a pesar de eso, es una maniobra muy arriesgada y Paolo está seguro de que, por su soberbia y osadía, su jefe va a perderlo todo.
—Creo que nadie nos está siguiendo, eres un crac, Paolo —comenta Gianluca mirando hacia atrás; Paolo, con su destreza al conducir, ha dejado atrás a los putos policías estadounidenses.
—Gracias, señor. Por fortuna hemos llegado sin inconvenientes. ¿Está seguro de que desea presentarse? La policía podría estar cerca. —Paolo maniobra su teléfono. Los hombres que envió para la ope