Mundo ficciónIniciar sesiónCallie parpadeó al ver al hombre imponente que salía del baño.
El agua goteaba de mechones de cabello oscuro que se aferraban a sus pómulos esculpidos. El vapor resbalaba de su piel desnuda, revelando un cuerpo esculpido por la guerra y la ira... tatuajes que se curvaban como serpientes por sus gruesos bíceps y un pecho hecho para destrozar hombres. Pero Callie no necesitaba tinta para reconocerlo. Una mirada fue suficiente. Darian. Su cuñado. El Rey Licántropo. La sangre de Callie se heló. Darian se congeló a medio paso. Por un instante, sin aliento, el aire se detuvo... luego sus ojos dorados se entrecerraron. Confusión. Luego reconocimiento. Luego rabia. "¿Qué demonios?", gruñó Darian, con la voz baja y eléctrica, vibrando con la clase de peligro que prometía dolor. Callie yacía allí, expuesta y temblando... con las muñecas en carne viva por las ataduras, los muslos marcados por moretones. Una camisa de seda enorme, medio… resbalándose de su hombro, le colgaba como una provocación. Intentó hablar, explicar, pero las palabras se le aferraban a la garganta como espinas. Y en el fondo de su mente, oyó su voz. "Sé amable con mi compañero", le había dicho su hermana, arrastrándola por el palacio años atrás, toda risa e inocencia. Esa voz parecía lejana. Darian dio un paso al frente. Su cuerpo brillaba de calor, con los músculos tensos. Su mirada bajó... deteniéndose en los moretones en las caderas de Callie, la suave curva de piel donde solía estar el orgullo. Y por un único y aterrador segundo, algo brilló detrás de toda esa furia. Calor. Callie lo vio. Lo sintió. Y sus mejillas ardieron de vergüenza. No. Él no. Así no. "¿Cuándo te convertiste en el Rey Licántropo?", preguntó Callie con la voz quebrada y demasiado baja. Darian no respondió. Él simplemente se acercó, una tormenta viviente envuelta en rabia y dominio. Callie intentó no mirar... pero, dioses, era imposible. Darian era enorme. Casi dos metros de pura violencia envueltos en piel y tatuajes. Sus abdominales parecían esculpidos, su aroma era guerra y calor... y debajo... Callie contuvo la respiración. El grueso miembro entre los muslos de Darian estaba medio... duro, enrojecido por el calor del baño. Pesado. Colgaba como una amenaza. Hecho no solo para el placer, sino para el castigo. Callie tragó saliva con fuerza, maldiciendo su cuerpo por reaccionar. "Te has vuelto patética", espetó Darian. "¿Qué haces aquí, Callie? ¿Abriendo las piernas para cualquiera que tenga piedad?" Callie se estremeció. "No pedí estar aquí". Darian dio otro paso. Se abalanzó. "¿Y entonces qué? ¿Tu pequeño Alfa se cansó de follar con su mascota secreta en la oscuridad?" El dolor ardía tras las costillas de Callie. ¿Crees que quería eso? ¿Crees que me gustaba ser su vergüenza?Darian se burló. "Hiciste bien tu parte. Dejando que te usara. Viviendo como una puta".
"¡No me llames así!", espetó Callie, la vergüenza convirtiéndose en furia.
Darian ladeó la cabeza, divertido. "¿Por qué no? ¿No es eso lo que eres ahora?"
El labio de Callie tembló, sus manos se cerraron en puños. "¿Qué demonios te importa?"
Darian apretó los puños. No quería tocarla. No quería sentir nada. Pero las muñecas de Callie estaban magulladas. La voz de Elysia resonó de nuevo.
"Es solo una niña, Darian. Necesita protección".
El silencio se hizo más denso. Un instante demasiado largo.
"Aún atada como una ofrenda", murmuró Darian, en voz baja y cortante. ¿Quieres que te desate? ¿O te has acostumbrado a que te aten para que te usen los hombres?
Las palabras dolieron más que las cuerdas. Callie levantó la barbilla. "Si no me desatas... ¿cómo le vas a explicar esto a Elysia?" Darian se quedó quieto. El nombre la golpeó como una daga. "No", advirtió. "Es mi hermana..." "¡Ni se te ocurra decir su nombre!" El rugido de Darian resonó por la habitación como un trueno. Su puño se estrelló contra la pared junto a la cabeza de Callie... la piedra se fracturó, cayendo polvo.“Perdiste el derecho a llamarla en el momento en que huiste... cuando se estaba muriendo.”
La última parte fue un susurro, demasiado bajo para que Callie lo oyera. Pero la furia, el dolor... era ensordecedor. Callie se tragó el silencio. Sus dedos temblaban... no de miedo... sino de culpa. “Sigues así de enojada”, susurró. “Así que supongo que sabes cuánto me amaba. ¿Y adivina qué hará si me ve así?” Elysia la había amado. Ferozmente. Temerariamente. La había protegido toda su vida. Y se había ido. Sin despedirse. Sin mirar atrás. Darian apretó la mandíbula. Entonces... sin previo aviso... se agachó y rompió la cuerda. Las ataduras cayeron. Las muñecas de Callie palpitaban, la piel en carne viva le escocía, pero apenas lo notó. La camisa de seda se deslizó más abajo, dejando al descubierto la curva de su hombro. Los moretones rozaban su clavícula. Su orgullo yacía en algún lugar del suelo. "Me das asco", murmuró Darian, tirando una toalla sin mirar. Callie no se movió. "¿Entonces por qué sigues mirándome?" Los ojos de Darian brillaron. Apretó la mandíbula. Pero se dio la vuelta. "Fuera." Callie se puso de pie, despacio y temblorosa. La camisa apenas la cubría. El aire frío le besó la piel, pero levantó la barbilla. "Puede que me odies, Darian. Pero sea lo que sea que haya entre nosotros... no es asco." Caminó hacia la puerta; cada paso era una plegaria para mantenerse en pie. "No sabes nada de mí", gruñó Darian a sus espaldas. "No", dijo Callie en voz baja. "Pero me miraste así." Y dicho esto, salió por la puerta. El palacio quedó en silencio. Callie caminó por la noche vestida solo con vergüenza y la camisa enorme de Darian, que le colgaba como una fuerza prestada. Su pecho seguía subiendo con la respiración entrecortada. Pero seguía caminando. Solo una cosa más, se dijo. Algo pequeño que dejé atrás. Un cuaderno de bocetos. Un collar. Un trocito de la chica que solía ser. Empujó la puerta de la cabaña que una vez llamó hogar. Silencio. Entonces… Un gemido bajo. Una cama crujiendo. La piel palpitante. Se le cortó la respiración. A Callie se le heló la sangre. No necesitaba mirar. Conocía esos sonidos. Desde el dormitorio llegó una voz de hombre… mitad… gemido, mitad… risa: "¿Crees que el Rey Licántropo la matará primero… o se la follará primero?" Callie dejó de respirar.






