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Capítulo dos: Cadenas y sombras

Callie apenas tuvo tiempo de parpadear antes de que llegara el golpe.

Una fuerza aplastante la golpeó en un lado de la cabeza, haciéndola caer al frío suelo del café. Aturdida, sintió el sabor de la sangre. El mundo se tambaleó. A través del zumbido en sus oídos, escuchó la voz que una vez llamó hogar.

Vander.

"¡Bastardo!", rugió, elevándose sobre ella con la mirada perdida. "¡¿Qué demonios hiciste?!"

"Yo... yo no...", dijo Callie con voz ahogada, incorporándose tambaleándose.

Su mirada se posó en Freya... acurrucada en el suelo, con el rostro contorsionado por el dolor, una mancha roja floreciendo bajo ella.

Levantó la vista, encontró sus ojos... y sonrió. Débil. Secreto. Cruel.

"Puede que... no haya sido a propósito", susurró sin aliento, aferrándose al brazo de Vander.

A Callie se le encogió el estómago.

Entonces se oyó una segunda voz.

Fría. Controlada.

"Intenté detenerla". Callie se giró lentamente.

Ronan.

De pie cerca de la puerta, con el rostro deformado por una falsa tristeza.

"Dijo que quería confrontarla. No pensé que llegara tan lejos."

Callie la miró fijamente, atónita. "¿Tú...?"

Ronan no la miró a los ojos.

"Planeaste esto, ¿verdad? Para que perdiera al bebé. Para castigar a Vander."

Algo se quebró en su interior. "Estás mintiendo."

Pero nadie la escuchaba.

Vander abrazó a Freya como si fuera un cristal roto.

"Estás acabada, Callie", gruñó. "Hiciste daño a mi pareja. Intentaste matar a mi hija."

"¡No lo hice!", gritó Callie, pero Vander ya se alejaba, con Freya acurrucada contra su pecho como un trofeo.

Ronan se acercó.

"Callie..."

"¡No me toques!" Callie le apartó la mano de un manotazo, tambaleándose hacia atrás. "Me tendiste una trampa." La máscara de Ronan se deslizó... solo por un instante.

Luego exhaló como si él fuera el traicionado.

"Nunca me dejaste entrar. Seguiste persiguiendo a alguien que ni siquiera te reclamaba. Solo quería que vieras la verdad."

"¿La verdad?", siseó Callie. "Me traicionaste."

Ronan no respondió.

El castigo llegó rápido. Público. Brutal.

Callie... una vez el secreto del Alfa, tolerado solo en silencio... ahora era una traidora, acusada de amenazar a la futura Luna y heredera.

La voz de Vander resonó por los terrenos de la manada como el chasquido de un mazo:

"A partir de hoy, Callie, hija de Alaric, ya no es pariente, sino sirvienta. La más baja de las bajas. Sin protección. Sin derechos."

Y la multitud... vitoreó.

La arrastraron por el suelo como si no fuera nada.

La arrojaron a las habitaciones de los sirvientes y la dejaron pudrirse.

Le dolía el cuerpo. Su orgullo ardía aún más.

¿Pero lo peor?

Su corazón aún susurraba el nombre de Vander.

Los días se fundían.

Fregaba pisos mientras los susurros la seguían. Resonaban las risas. Nadie la miraba a los ojos a menos que fuera para burlarse. Un guerrero escupió en su comida. Una criada de cocina la hizo tropezar a propósito.

Ella lo soportó todo.

Silenciosa.

Vacía.

Hasta que Ronan volvió.

Esta vez, con una camisa de terciopelo, con ojos engreídos y palabras demasiado... suaves.

"El Rey Licántropo está de visita hoy", dijo. "Te han asignado limpiar el ala de invitados".

Callie entrecerró los ojos. "¿Por qué yo?"

Ronan sonrió, empalagoso.

"Porque te pedí. Eres la única en quien confío".

"Perdóname".

Ronan se acercó, bajando la voz. He hecho todo esto por ti. Por nosotros. Sabes que Vander nunca te amó. Te mantuvo en la sombra. ¿Pero yo? Te lo habría dado todo.

"Excepto lealtad", espetó Callie.

La sonrisa de Ronan se quebró. Agarró el brazo de Callie, la desesperación atravesando su calma.

"Ven conmigo. Di que sí y te sacaré. Desapareceremos."

Callie se soltó de un tirón. "Prefiero pudrirme."

Algo oscuro cruzó por los ojos de Ronan.

Se giró. Cogió una delicada escultura de porcelana del estante.

Entonces... ¡Crack!

La dejó caer. Los fragmentos explotaron en el suelo.

Gritó.

"¡¿Qué has hecho?! ¡Eso era de Luna Freya!"

Los guardias entraron corriendo.

El corazón de Callie dio un vuelco. "¡No... él...!"

Demasiado tarde.

Esa noche, volvieron a por ella.

Los guardias de Freya.

Silencioso. Despiadado.

La arrastraron a un pasillo sombrío. No hicieron preguntas. No dieron advertencias.

Sus puños hablaron por sí solos.

Cuando terminó, y la sangre tiñó la piedra bajo ella, apareció Freya.

Pasó por encima de las astillas de su dignidad con botas pulidas, las manos entrelazadas a la espalda como una reina admirando a un caballero caído.

Ladeó la cabeza, con voz empalagosa y cortante.

"Eres realmente patético", dijo. "Arriesgaste tu vida por un hombre que te usó como sustituto".

Callie se obligó a levantar la cabeza, apretando la mandíbula. "Has ganado. ¿Qué más quieres?"

Se agachó, apartándose el pelo ensangrentado de la cara con una ternura burlona.

"Oh, cariño. Ni siquiera has empezado a perder".

"¿Esto? Esto es solo el prólogo de tu caída".

Chasqueó los dedos.

"Desnúdala".

"No". “Desnúdala.”

Su tono crujió como un látigo.

Luchó… mordió, arañó… pero eran demasiados. La inmovilizaron. Le arrancaron la ropa pieza a pieza hasta que quedó desnuda, expuesta bajo el frío aliento de las luces del palacio.

Tenía las muñecas atadas a la espalda con una cuerda que quemaba.

El pánico la invadió como una inundación.

“Llévenla a los aposentos del Rey Licántropo”, ronroneó Freya. “Átenla a la cama.”

Callie se quedó paralizada. “¡No… no pueden…!”

Se acercó, rozando su oreja con los labios.

“¿Adivina qué pasa cuando una mujer desnuda es enviada a la cama de un Alfa sediento de sangre?”

“Estás loca”, espetó.

Sonrió. “Y eres hermosa cuando ruegas.”

Su mente daba vueltas.

Años atrás, había vislumbrado al Rey Licántropo… un bruto mayor con ojos como cuchillas. Despiadado. Frío. Pero este no era el hombre que recordaba.

Al abrirse la puerta del baño con un crujido, Callie lo vio con claridad por primera vez.

Alto. Imponente. Músculos de piedra. Tatuajes que se curvaban por sus brazos como historias de guerra. El poder emanaba de él como calor.

Darian.

El esposo de su hermana.

El Rey Licántropo.

El hombre que una vez se rió de su torpe postura con la espada...

Ahora la miraba fijamente, atada y desnuda.

La sangre de Callie se heló.

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