El palacio rara vez estaba en silencio. Incluso de madrugada, el aire vibraba con susurros, pasos, el susurro de la seda y las armaduras. Callie había aprendido a moverse como una sombra: pequeña, silenciosa, invisible.
Pero hoy, la tensión era diferente.
Los sirvientes estaban más rígidos. Los guardias patrullaban con movimientos más bruscos. Y de vez en cuando, Callie oía murmullos que no lograba captar, que se detenían bruscamente en cuanto se acercaba.
Algo le roía el pecho, familiar e indeseable.
Están ocultando algo.
Algo sobre el palacio... sobre su hermana...
El pensamiento se negaba a soltarse.
Callie llevaba una cesta de lino por el pasillo este, su mente divagaba; no hacia Darian, ni hacia la forma en que su mirada la había quemado ayer, ni hacia el calor que aún la recorría, sino hacia el último rumor susurrado que había robado días atrás:
Una chica... robada de fuera de las fronteras... retenida en el ala inferior...
Un escalofrío la recorrió. El rostro de su herm