El castillo entero contenía la respiración. La noticia de que Risa había escapado de la academia no había pasado inadvertida, y el rey estaba furioso. Rhaziel exigió hablar con Lady Aveline en privado, y la mujer lo condujo a su despacho, donde la penumbra y el olor a tinta impregnaban el aire.
—Hable —ordenó él, su voz grave, más cortante que cualquier espada.
La directora inclinó la cabeza con respeto.
—Su Majestad… desde que llegó a la academia, Risa fue tratada como una paria. Los profesores la castigaban sin razón, solo por ser distinta. Sus compañeras la empujaban, la humillaban, y cuando intentaba defenderse, recibía aún más castigos. —Aveline respiró hondo antes de continuar—. Sus padres adoptivos jamás la quisieron. No tenía ropa digna, ni cuadernos, ni zapatos. Llegó a mí con las manos vacías, y yo… hice lo posible por protegerla.
Las facciones del rey se endurecieron. Nadie más que él podía percibirlo, pero su aura se tornó más densa, sofocante. La furia ardía en silencio d