Los sirvientes y soldados contuvieron el aliento al escuchar las palabras del rey. Nadie entendía a quién se dirigía… hasta que un leve crujido bajo las escaleras los delató. De entre las sombras surgió una figura frágil.
Risa dio unos pasos cortos, temblorosos, con el rostro pálido y los ojos aún enrojecidos por el llanto. La sala entera quedó en silencio. Nadie se movió; todos comprendieron que el aire se había vuelto demasiado pesado como para atreverse a respirar.
Rhaziel avanzó lentamente hacia ella. Su presencia era abrumadora, cada movimiento cargado de un poder contenido que helaba la sangre de quienes lo rodeaban. Los ojos de Risa se abrieron con terror, y sin pensarlo, retrocedió un paso… y luego otro.
El rey no lo permitió. En un instante, cerró la distancia y la tomó en brazos como si fuese lo más natural, con una suavidad que contrastaba con su reputación. Risa forcejeó apenas, sin fuerza, y su respiración se aceleró al notar el calor de su pecho, tan cerca de ella.
Él no