VALENTINA
No sé exactamente cuándo sucedió. Tal vez fue la noche en la que Dante irrumpió en el club para sacarme de allí como si el infierno se hubiera desatado. O quizás fue cuando sus manos fuertes se cerraron alrededor de mi muñeca, advirtiéndome sin palabras que jugaba con fuego. Puede que incluso haya sido antes, cuando me miró con esa furia contenida, como si no supiera si quería protegerme o matarme.
Lo único que sé con certeza es que algo cambió.
Dante Russo ya no es solo mi sombra. No es solo el hombre que mi padre contrató para vigilarme, para mantenerme a raya, para asegurarse de que sigo siendo la hija obediente que nunca fui.
Ahora es algo más. Algo que no puedo definir, pero que p