La noche ha caído, y con ella, mi destino se ha sellado. El Alfa está a mi lado, y aunque mi cuerpo me grita que corra, que escape, hay algo dentro de mí que se resiste. Un nudo en el estómago, una mezcla de repulsión y... no sé cómo llamarlo. Atracción, quizás, o tal vez algo más profundo, algo que no logro entender. Porque aunque lo odio por lo que es, por lo que hace, no puedo negar lo que siento cuando me mira. Algo oscuro, algo que me consume lentamente.
Nos dirigimos hacia su territorio, un lugar que desconozco pero que, a juzgar por la manera en que sus ojos recorren cada rincón, parece ser suyo por derecho. Su figura imponente a mi lado me hace sentir pequeña, insignificante, pero no soy una tonta. Lo que quiero hacer no es huir, no es resistir... sino entender. ¿Por qué siento esta conexión con él? ¿Por qué, cuando sus ojos se encuentran con los míos, mi cuerpo tiembla?
—No tengo intención de hacerte daño. —Su voz, grave y profunda, llega a mis oídos como una promesa.
No lo creo, ni por un segundo.
—¿Qué es lo que realmente quieres de mí? —Mi voz sale más desafiante de lo que debería, pero no me importa. Necesito respuestas.
Él me lanza una mirada cargada de significado, pero no responde. Su silencio lo dice todo. Soy una prisionera, no importa cuántas veces me repita que no me hará daño. Me siento atrapada en su presencia, como si fuera parte de su juego, un juego peligroso del cual no puedo escapar.
El aire se vuelve denso a medida que avanzamos, y no puedo evitar preguntarme si hay algo más detrás de sus palabras. ¿Es posible que no quiera dañarme? O tal vez no sea eso lo que busca. ¿Es acaso una cuestión de poder? ¿De control?
Siento su mirada en mi nuca, constante, implacable. No me atrevo a mirarlo, aunque sé que él lo sabe. Sabe que me tiene en sus garras. Cada paso que doy, cada decisión que tomo, lo siento cerca de mí. Pero no puedo dejar que me venza. No puedo dejar que me controle.
A medida que nos adentramos más en su territorio, noto el cambio en el ambiente. El aire huele diferente, más pesado, más... suyo. Cada rincón parece marcado por su presencia, como si el mismo terreno estuviera sometido a su voluntad. Un escalofrío recorre mi columna vertebral, y me detengo un momento, mirando el paisaje que se extiende ante nosotros.
—¿Qué es este lugar? —pregunto sin pensar.
Él se detiene, y su mirada se vuelve aún más penetrante.
—Es mi hogar. Un lugar que protejo, que preservo.
Me siento pequeña, completamente fuera de lugar. Este lugar no es solo un refugio para él, es un reino, y yo soy solo una intrusa. Pero la duda sigue rondando en mi mente: ¿por qué me lleva allí? ¿Es solo una cuestión de dominio? ¿O hay algo más?
A medida que caminamos, la tensión entre nosotros crece. No hay palabras, solo el sonido de nuestros pasos y el aire cargado de una energía que no puedo identificar. Al final, llegamos a una especie de sala, grande y oscura, con las paredes adornadas con detalles que hablan de poder, de autoridad. Pero lo que realmente me atrae es la presencia de él. Está cerca, mucho más cerca de lo que me gustaría, y no puedo evitar sentir el calor de su cuerpo.
—Tienes dos opciones, Aurora —dice de repente, su voz baja, casi un susurro—. Puedes aceptar lo que eres, lo que realmente eres, o seguir resistiéndote a lo que está en tus venas.
No sé qué quiere decir con eso, pero sus palabras resuenan en mi cabeza. ¿Qué soy, exactamente? ¿Acaso soy solo una pieza más en su tablero, una que puede mover a su antojo? La verdad es que no lo sé. Mi cuerpo responde a él, pero mi mente se resiste. La lucha interna es insoportable.
Lo miro, y en sus ojos veo algo más que control. Hay algo profundo, algo visceral. Algo que no puedo ignorar.
Y en ese momento, es cuando lo hace.
No es un gesto violento, no es un acto físico. Es algo mucho más insidioso. Como si, de alguna manera, hubiera marcado mi alma. Una corriente de energía recorre mi cuerpo, un escalofrío tan fuerte que me deja sin aliento. Es como si él hubiera colocado su sello en mí, algo que no puedo borrar, no puedo negar. La sensación es abrumadora, peligrosa.
Lo miro, y no sé si estoy más asustada o fascinada.
—Eso es lo que eres —dice él, su voz más suave ahora, casi como una confesión—. Una parte de mí. Y no importa cuántas veces intentes huir, siempre estarás conectada a mí.
El peso de sus palabras cae sobre mí, y por un momento, el aire parece volverse más denso, más pesado. Mis piernas tiemblan, y no sé si de miedo o de... algo más. Algo que me consume y que no puedo controlar. Una parte de mí quiere gritar, correr, alejarme, pero otra parte, una parte mucho más profunda, me dice que me quede.
—No soy tuya —susurro, más para mí misma que para él.
Él sonríe, y la sonrisa tiene un tinte oscuro, algo que me deja sin palabras.
—Lo serás, Aurora. Lo serás.
Sus palabras se quedan flotando en el aire, y yo me siento atrapada en su red. Sé que estoy en peligro, pero también sé que no puedo escapar de lo que siento. Hay algo irrompible entre nosotros, algo que va más allá de lo que debería ser. Mi corazón late más rápido, mi cuerpo responde a él, y aunque mi mente me grite que huya, no puedo dejar de preguntarme: ¿quién soy en este juego que él ha creado?
¿Y, lo más importante, qué hará él conmigo ahora que me tiene?